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Una plaga de gilipollas asola YouTube

Una plaga de gilipollas asola YouTube
Miércoles, 31 de enero 2018

Una banda de gilipollas graba irritantes vídeos con el único fin de alcanzar notoriedad a costa de una marca que se está esforzando mucho por innovar y liderar el sector de los contenidos. El personaje que forzó a Puigdemont a besar la bandera española es sólo un ejemplo más, tan lamentable como los demás supuestos youtubers.

Youtube no puede más. A nadie puede extrañarle. Tengamos en cuenta que estos gilipollas que graban vídeos pretendidamente graciosos o provocativos se llaman a sí mismos “youtubers”. Es decir, que se presentan en sociedad, o en el mercado, usando el nombre de una marca por la que Google pagó en su día más de 1.300 millones de euros y cuyo portal les sirve de trampolín para la fama. La consecuencia es que miles de cretinos se convierten en indeseados embajadores de una marca que está haciendo un gran esfuerzo en inversión e innovación tecnológica para ser considerada líder en su sector.

Es lo que pasa cuando has hecho de la “democratización del contenido” tu bandera; tan generoso eres entregando el poder a “la gente” que pierdes el control de tu propia creación y el engendro resultante se vuelve contra ti y tus fantasías “democratizadoras”. Últimamente la palabra democracia está sometida a muchos usos espurios y este es solo un ejemplo más. Cada vez que un idiota graba y sube a Youtube su última majadería y se monta un escándalo, el autor de la obra de arte se defiende con el mismo argumento: “pues tengo muchos visionados” o “pues he subido en seguidores”. Sí, pero igual que los votos no lo legitiman todo, la audiencia tampoco. Lección de democracia de primer día de curso.

Este mes no han faltado ejemplos. A escala nacional hemos visto cómo un “youtuber” usaba un símbolo que representa a mucha gente (la bandera española) para humillar a un político que también representa a mucha gente (un millón de votos en las últimas elecciones a las que se presentó). En cambio, a ese youtuber no le ha votado nadie como representante. Por tanto, solo se representa a sí mismo, por más que algunos lo quieran convertir en “el típico español” aprovechando la, por otra parte, inmejorable oportunidad que se les ha brindado. No acaba ahí la cosa, porque otros han querido hacer de esa imagen la prueba definitiva de una derrota humillante de su enemigo, lo que demuestra una vez más que en este tema la estupidez no conoce bandos.

No es probable que este suceso, que no pasa de anécdota más allá de España, haya sido la gota que colma el vaso de la paciencia de YouTube. Más bien lo sería el caso Logan Paul, el archifamoso youtuber de 22 años y 15 millones de seguidores (hay que decirlo) que grabó un vídeo riéndose del cadáver de un suicida que encontró en un bosque japonés, lo subió a YouTube y no lo retiró hasta que alcanzó los seis millones de visionados (también hay que decirlo).

Éste y otros casos parecidos han terminado por despertar a YouTube de su sueño. Lo han anunciado este mes. Ficharán a moderadores de contenidos. O sea, que en su paraíso democrático también será necesaria una policía que haga cumplir un código de comportamiento que, por cierto, no se decide en ningún parlamento elegido democráticamente sino en las oficinas de los gestores del portal. A la vista de los resultados, abandonan la utopía ultra-democrática de empoderamiento de la audiencia para pasarse al despotismo ilustrado; entre otras cosas para que sobreviva un negocio basado en una planificación publicitaria decidida por inteligencia artificial. Es decir, donde tu anuncio puede aparecer en el último vídeo de Paul Logan. Algún día, cuando aprendamos a usarla con responsabilidad, mereceremos más libertad.


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