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Los jóvenes creen que la desinformación daña la calidad democrática

Los jóvenes creen que la desinformación daña la calidad democrática
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lunes, 1 de diciembre 2025

El 67% de los jóvenes españoles asegura que no puede confiar plenamente en la información que encuentra en redes sociales y un 35% siente ansiedad ante la posibilidad de estar conviviendo con noticias falsas. Pero ¿verifican los contenidos que consumen en las plataformas digitales?

evercom, agencia creativa de comunicación y marketing, ha lanza el estudio "¿Cuánto cuesta una mentira?", elaborado junto a la Universidad Complutense de Madrid con el asesoramiento de Fad Juventud, que persigue analizar cómo la desinformación afecta al bienestar de la juventud española. El informe parte de una constatación clara: las pantallas se han convertido en la principal puerta de entrada a la realidad para los jóvenes, en un entorno donde noticias, entretenimiento y opiniones conviven en el mismo espacio y donde el ruido informativo hace cada vez más difícil distinguir entre lo relevante y lo engañoso.

A partir de una encuesta realizada a 800 jóvenes de entre 15 y 24 años, el estudio se estructura en tres grandes bloques que permiten entender el fenómeno en profundidad. Primero, los hábitos de consumo informativo y la relación cotidiana con la desinformación; después, el impacto emocional de convivir con contenidos falsos o manipulados; y, por último, las consecuencias sociales y democráticas de esta realidad, desde la pérdida de confianza en medios e instituciones hasta la fatiga cívica y la desafección política. El resultado es una radiografía generacional que muestra no sólo la magnitud del problema, sino también la voluntad de los jóvenes de exigir más responsabilidad a plataformas, medios e instituciones y de reclamar herramientas para defenderse mejor del ruido digital.

Un ecosistema informativo atravesado por pantallas

El estudio confirma que la vida informativa de la juventud española discurre, en gran medida, entre titulares y pantallas. El 70,3% se informa principalmente a través de redes sociales, muy por encima de la televisión o la prensa escrita, en una jornada digital que, en casi la mitad de los casos, implica entre 3 y 4 horas al día conectados. En ese entorno, donde se mezclan ocio, conversación y actualidad, 8 de cada 10 jóvenes aseguran encontrarse con desinformación con frecuencia, especialmente en contenidos vinculados a política, migración y conflictos internacionales.

Aunque un 60,9% sigue a medios de comunicación o periodistas en redes, la relación con la información se queda a menudo en la superficie: una parte importante de los jóvenes reconoce que se queda sólo en los titulares y que el contraste sistemático de los contenidos no forma parte de su rutina diaria. Sólo un 13% afirma verificar “siempre” lo que consume, mientras que la mayoría, el 59%, lo hace “a veces” y el 25% “rara vez”. En este contexto, la desinformación no aparece como una excepción, sino como parte asumida del paisaje digital cotidiano.

Un impacto emocional profundo: confusión, frustración y cansancio digital

Esa convivencia constante con contenidos engañosos tiene un efecto directo sobre el bienestar emocional. El 67% de los jóvenes afirma que no puede confiar plenamente en la información que encuentra en redes sociales, lo que les genera un estado de duda permanente y un cansancio cognitivo evidente. Más de la mitad, un 55%, se siente confundido o decepcionado cuando descubre que una noticia que consideraba cierta era falsa; un 63% reconoce sentirse frustrado al ver cómo los bulos se difunden entre otras personas y un 54% declara experimentar impotencia ante la rapidez con la que estos circulan.

El desgaste se traduce también en síntomas claros de saturación: el 42% asegura terminar mentalmente agotado tras navegar por redes sociales y un 35% confiesa sentir ansiedad ante la posibilidad de estar leyendo noticias falsas sin ser capaz de identificarlas. La respuesta de muchos jóvenes ha sido tomar distancia: un 31% ha dejado temporalmente las redes sociales por saturación y malestar, mientras que un 40% adicional asegura haberse planteado hacerlo.

“La desinformación no es sólo un problema de calidad informativa, es un problema de calidad de vida y de responsabilidad cívica”, señala Alberte Santos, CEO de evercom. “Este estudio revela a una generación que quiere estar informada, pero que convive con un ruido digital que desgasta, confunde y desanima. Los jóvenes no piden desconectarse del mundo, piden herramientas, transparencia y entornos donde informarse no suponga añadir más carga emocional a su día a día”.

La confianza se resquebraja: riesgo para la participación y la democracia

La saturación informativa y la presencia constante de bulos han dejado huella en la confianza de las nuevas generaciones hacia el sistema informativo y las instituciones. Sólo un 43,2% confía en los medios tradicionales, mientras que la confianza en la información que circula en redes sociales desciende hasta el 34,2%. La mayoría percibe que la desinformación no es un fenómeno aislado ni circunscrito a unas pocas plataformas, sino un problema estructural que contamina el conjunto del ecosistema mediático.

No es casual que el 87% de los jóvenes considere que la desinformación ha dañado la calidad democrática en España y que 4 de cada 10 crean que las instituciones no están preparadas para hacerle frente. Según los encuestados, las mentiras y los bulos contribuyen a manipular la opinión pública, a aumentar la desconfianza hacia las instituciones, a agravar la polarización social y a desactivar la participación ciudadana. Esta percepción se refleja también en sus comportamientos: apenas un 24,6% forma parte de asociaciones o colectivos y, pese a tener edad para hacerlo, más del 40% reconoce no haber votado nunca.

“Los jóvenes no se desconectan de la democracia por indiferencia, sino por desgaste”, subraya Antón Álvarez, senior advisor de evercom. “La desinformación ha erosionado su confianza en los medios, en las instituciones e incluso en su propio criterio. Pero, al mismo tiempo, este estudio revela una demanda clara: reconstruir los vínculos que sostienen nuestra conversación pública y reforzar la transparencia de un sistema informativo que hoy perciben como opaco y saturado”.

Una generación que exige responsabilidad y reclama herramientas

A pesar del cansancio y la desconfianza, la juventud española no se muestra resignada. El estudio muestra una exigencia clara hacia quienes controlan los canales por los que circula la información. 3 de cada 4 jóvenes consideran que las plataformas deberían advertir de manera visible cuando un contenido es dudoso y un 67,6% cree que estas empresas no están haciendo lo suficiente para frenar la difusión de noticias falsas. También señalan a los medios de comunicación y a las instituciones públicas como actores clave en la construcción de un entorno informativo más seguro, transparente y responsable.

Al mismo tiempo, reclaman recursos para poder defenderse mejor. El 83,5% cree que aprender a detectar bulos protege su bienestar emocional, el 80,4% considera esencial saber distinguir entre información verdadera y falsa en los entornos digitales y el 63% quiere formación específica para identificar noticias falsas. Más de la mitad indica, además, que sus centros educativos o su lugar de trabajo deberían ofrecer programas de alfabetización mediática. Para muchos, la educación en competencias informativas se perfila como la mejor inversión a largo plazo para recuperar la confianza y reforzar su vínculo con la democracia.

En este punto, Beatriz Martín Padura, directora general de Fad Juventud, recuerda que la solución pasa también por acompañar a los jóvenes en este proceso: “Llevamos años observando que los jóvenes no rechazan la información: lo que rechazan es la sensación de desorientación permanente que provoca un entorno saturado. Por eso, la alfabetización mediática es hoy una herramienta de bienestar emocional, no solo de consumo crítico. La educación tiene que acompañarles no para desconfiar de todo, sino para aprender a orientarse sin miedo en un ecosistema complejo”.

Por su parte, el profesor Francisco Muñoz, experto de la Universidad Complutense de Madrid, advierte que “la hiperexposición digital ha creado cámaras de eco que fragmentan la realidad y generan un auténtico ‘estado del malestar’, donde la saturación, la confusión y la desconfianza se han convertido en experiencias cotidianas para los jóvenes”. Y añade: “No es culpa de la juventud: conviven con algoritmos y estructuras invisibles que condicionan la forma en que socializan, se informan y toman decisiones. Por eso es imprescindible avanzar hacia una cultura digital más transparente, crítica y educativa, capaz de reequilibrar la relación entre tecnología, verdad y ciudadanía”.

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