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Ad Akiri

Ad Akiri
Lunes, 11 de marzo 2024

El autor reflexiona sobre esa especie de pulsión de muerte que acompaña desde siempre a los publicitarios. Ya sea por exceso de imaginación, por una admiración injustificada por otras profesiones o por puro masoquismo, dedicamos demasiada energía a pensar y anunciar nuestra propia desaparición. Fortis propone revisar este comportamiento fatalista poniendo el foco en los argumentos positivos que tantas veces ignoramos.

Como sector, mira que tenemos rarezas. Nuestros congresos parecen raves, algunos de nosotros en vez de directivos de empresas parecemos adolescentes de botellón, nos inventamos títulos y profesiones a todas horas, fichas de trabajo donde cualquier banner tiene más gente detrás que la tuna de ingenieros… pero he de reconocer que después de 23 años lo que más me extraña y no deja de sorprenderme es la de querer acabar con nuestro sector continuamente.

Recuerdo cuando era un tierno trainee en Contrapunto y acababa de aterrizar en la industria, el sudor frío recorriendo mi espalda en la primera comida que compartí con compañeros en la tercera planta de Cardenal Marcelo Spinola. Alguien dijo sin despeinarse “tíos, este sector se muere, al above le quedan meses, en poco tiempo todo será Below”. No me jodas, pensé de inmediato, ahora como le digo a mi padre que vuelvo a Úbeda a pinchar Azúcar moreno. Por suerte, lo del below quedó en nada, nunca mejor dicho.

Pero la sensación de haber elegido una profesión que tenía menos futuro que UPYD me persiguió durante años. Cada año aparecía una nueva amenaza. Si no sabes programación, olvídate; ahora se buscan tecno-creativos. ¡Hostia, si yo soy grunge, quien no lo sea está muerto! La verdad no sé si tiene una explicación freudiana, pero queremos matarnos a nosotros mismos cada cierto tiempo. Es más, a veces somos un poco masocas e incluso nos ponen cachondos las amenazas de nuestro sector. Mira si somos raros que somos capaces de subir a un escenario a cualquiera que quiera matarnos, quitarnos negocio y decirnos que estamos acabados, y encima le aplaudimos y decimos con lágrimas en los ojos “yo era ateo, pero ahora creo”.

Las centrales de medios acabarán con las agencias, las consultoras son el futuro, los departamentos propios de cliente le darán la puntilla final a la industria y un largo etcétera de predicciones apocalípticas. El hecho es que la magia que ocurre en una agencia de publicidad es muy difícil de replicar y aún no se ha conseguido. Entendedme, soy consciente de que muchas de esas cosas han pasado, pero de una forma más suave, más liquida y, desde luego, menos traumática. Pero lo que nunca pasa es el impulso de la gente de nuestro sector de que nos vaya mal, de que esto se acabe, de que por fin Skynet tire una bomba atómica en cada agencia de publicidad de España.

Todas las profecías, por naturaleza, son siempre negativas. De hecho, la virgen nunca se aparece para decir “oye que todo va a ir fenomenal y vais a ganar Eurovisión”. Pero no las hagamos nosotros mismos sobre nuestro propio fin para parecer inteligentes en LinkedIn. Somos un sector cojonudo; en serio, a ver si nos lo creemos un poco, hay talento, ganas de trabajar y autoexigencia a espuertas. Todavía un anuncio de Navidad de un turrón de chocolate o un whisky hace que se te salte una lágrima y da igual si lo vemos en la tele Sony de nuestra madre o con unas Google glass, esa sensación sigue molando y sigue vendiendo.

Guardemos nuestras catanas y saquemos pecho por lo que hacemos; porque, con sus más y sus menos, mola bastante.


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