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"Ante situaciones extremas… soluciones extremas, tía"

'Ante situaciones extremas… soluciones extremas, tía'
Martes, 24 de noviembre 2020

"Tus padres te han criado y tienen el deber de cuidarte. Nosotras somos personas externas y no tenemos por qué vivir esta situación", escribía por whatsapp una compañera de Elena Cañizares, la enfermera contagiada de Covid-19 que comparte piso. Las redes se han volcado con Elena, pero ¿acaso nadie entiende, o incluso, comparte la postura de las compañeras de piso?

Las broncas entre compañeros de piso ya existían antes de que llegara la pandemia; existían incluso antes de las redes sociales. Todos los que hemos pasado por ello tenemos muchas anécdotas sobre el nivel de encanallamiento al que se puede llegar cuando una crisis de supervivencia deteriora irreversiblemente la convivencia. Ni siquiera es una novedad que se conviertan en un espectáculo público. Es tan rica la variedad de situaciones tragicómicas que pueden producirse cuando se comparte techo y refugio que hasta ha nacido un género televisivo que explota sin complejos esta mina de entretenimiento culpable.

Hasta ahora podíamos ver realities sin el radar ético encendido porque los conflictos eran nimiedades de tipo económico, erótico-sentimental, higiénico o incluso musical, que de todo ha habido, pero algo ha cambiado con el caso Cañizares, y no solo es el medio de comunicación en el que se está retransmitiendo. La gran diferencia es que este reality es a vida o muerte, como los juegos del hambre, y eso ya no puede verse sin que se le accionen los resortes morales hasta al espectador más cínico. Tal vez por eso el caso ha sido trending topic este mes. La reacción mayoritaria de la audiencia ha sido de solidaridad con la enfermera afectada por Covid-19 a la que sus compañeras de piso quieren echar porque no están dispuestas a convivir con la lepra del siglo XXI.

Tantos mensajes de apoyo y solidaridad pueden demostrar dos cosas: o bien que la gente es buena y compasiva con los que sufren, o bien que las redes son un espacio idóneo para demostrar lo solidarios que somos cuando el coste de esa solidaridad lo tienen que pagar otros. La Red vuelve a demostrar que es el espejo donde se refleja la imagen de lo que nos gustaría ser, no de lo que somos en realidad. A pesar de que ha publicado los audios de unas conversaciones privadas y está aprovechando la circunstancia para salir en otros medios como la radio o la televisión y hacerse famosa, a Elena le han llegado cientos de mensajes de apoyo y hasta productos de marcas conocidas, mientras que con las compañeras de piso nadie ha mostrado la más mínima comprensión. Más bien al contrario, se dice que su reacción es inhumana, cuando en realidad es tan humana como la de la víctima. Quizás si fuéramos más sinceros con nosotros mismos en las redes deberíamos reconocer que nos parecemos tanto a Santa Elena Mártir de los Infectados como a sus inquisidoras, pero en términos de narcisismo mediático renta más exhibir el parecido con una que con las otras. “Tú que eres tan honesta y tan caritativa, no te estás poniendo en la piel de los demás”, le dice una de ellas en un impagable audio de whatsapp que termina con la frase “es que no lo entiendo, de verdad”. Otra llega a decir que “son tres contra una”, y que por tanto lo democrático es que se vaya del piso. O sea, una versión actualizada de esos modernos demócratas, cada vez más abundantes, para los que “no hay nada más democrático que votar”, incluso cuando tres lobos y un cordero votan qué van a cenar esa noche.

Sin quererlo ese piso de Ciudad Real se ha convertido en una alegoría política. Por razones obvias, las redes sociales no son lugar para escribir ensayos como El leviatán o novelas como La peste (ni caben, ni tendrían audiencia), pero cada medio tiene su lenguaje y aquí la filosofía la ha puesto una de las compañeras de piso de Elena en un whatsapp digno de estudio en las universidades: “tía, yo no digo que mis padres sean más importantes que los tuyos, pero nosotras somos personas ajenas a ti. Tus padres son tus padres, te han criado, te han formado y tienen como deber cuidarte. Nosotras no. Nosotras somos personas externas que nos hemos juntado en el piso y no tenemos por qué vivir esta situación”.

O sea, que la solidaridad y la moral de proteger y cuidar al prójimo aún a expensas de tu propio interés acaba donde empieza la frontera de tu sentido de comunidad. Para unos esa frontera puede abarcar a toda la humanidad, mientras que para otros ese sentido de comunidad solidaria no pasa de la familia, y a veces ni eso. 

Ahora que estamos viviendo una pandemia que afecta a todo el planeta, y se avecina una crisis climática que tampoco va a distinguir fronteras entre comunidades imaginarias, el ágora de Ciudad Real nos plantea cuál será la ética que nos conviene compartir como especie amenazada; a qué parte de nuestra naturaleza humana debemos recurrir para salvarnos. En resumen: ¿Con cuál de las dos sensibilidades tenemos más probabilidades de sobrevivir, con la de Elena o con la de las lobas?


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