Arde la red: Eurovisión y la quinta P

Arde la red: Eurovisión y la quinta P
Miércoles, 02 de febrero 2022

Furor en las redes sociales con motivo del Festival de Benidorm. Los internautas han alimentado todo tipo de polémicas incluso antes de que comenzara este evento. Muchos de los que ahora se hacen la víctima han logrado resultados de notoriedad que tendrían un alto coste en otros medios. Si no es una estrategia de marketing, mucho lo parece.

Producto, precio, punto de venta y promoción. A las ya algo obsoletas 4 ps del marketing podríamos sumar ahora la P de polémica, particularmente indicada para casos en los que no se compite bien con la P de producto. Este mes hemos comprobado una vez más cómo las redes sociales proporcionan el vehículo ideal para la explotación de este recurso, que no solo es eficaz, sino también muy económico, porque la audiencia multiplica la difusión del mensaje a coste cero.

Los estrategas de la industria musical han aprovechado el Festival de Benidorm para promocionar sus productos y marcas en todas sus fases: antes, durante y después. Cuando hay una buena oportunidad, se aprovecha todo, como con el cerdo.

No hizo falta que empezara el espectáculo para que ya tuviéramos el primer ‘trending topic’. Una de las candidatas, llamada Luna Ki, anunció que se retiraba del cartel porque no le dejaban usar el autotune. Ardió la red. Tanto fue el ruido generado por la noticia que la propia Luna Ki grabó un vídeo explicando su decisión. Con una inevitable cara de víctima -el victimismo es el anabolizante de las campañas de marketing polémicas- le contaba a sus fans que “el autotune es un recurso más” y que no podía participar en un festival en el que “no le dejaban hacer su arte”. En un momento dado se viene arriba y llega a decir que “no se puede obligar a tocar con guitarra acústica una canción que se toca con guitarra eléctrica”, a lo que algunos internautas han respondido que a lo mejor lo que le pasa es que no sabe tocar la guitarra.

Desde que Duchamp presentó el orinal, y aún antes, arte es lo que dice el artista que es arte, pero esa no es la cuestión en este caso, porque lo que se está celebrando en Benidorm no es una muestra de arte ni nada parecido. Ni siquiera es un festival, a pesar de su nombre. Es una competición en la que un jurado decide ganadores y perdedores en función de unos méritos. Y lo mismo sucede con el llamado Festival de Eurovisión, la prehistoria de los ahora célebres talent shows; el circo romano de la meritocracia.

Lo discutible aquí sería si entre esos méritos debería figurar el de poder afinar la voz sin el autotune; siempre que consideremos que para cantar es necesario afinar, porque el premio es participar en otro concurso que, no por casualidad, se llama Euro-visión, no Euro-audición. Al negar la posibilidad de usar el autotune, RTVE incluye una exigencia meritoria tan válida como cualquier otra. Después de todo, es su concurso y ellos ponen las normas. Hace unos años fue mucho más tolerante con la idea de arte y se le coló entre los participantes un performance llamado Chikilicuatre que al menos tenía la decencia de no ocultar que era un trol. Ganó. Entre otras cosas, porque además del jurado también votaba la audiencia. Es de suponer que el ridículo aún escuece en los despachos de los dirigentes de RTVE, que tienen todo el derecho a tomar medidas para que no se la vuelvan a colar con falacias dadaístas. Luna Ki no ha podido, o no ha querido, participar en el festival de Benidorm, pero está lejos de ser una víctima si consideramos los resultados de notoriedad obtenidos por su campaña. 

Si hay una víctima de estos formatos televisivos no es Luna Ki ni Chanel, la ganadora del Festival de Benidorm, que ahora dice que ha tenido que borrar su cuenta de Twitter “por los haters”. La víctima de esta psicosis del morbo competitivo es Verónica Forqué. Un respeto.

 


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