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Dos naufragios desatan el exhibicionismo moral en las redes

Dos naufragios desatan el exhibicionismo moral en las redes
Martes, 04 de julio 2023

A veces la vida escribe las mejores metáforas sin apenas pretenderlo. La noticia de este mes en las redes han sido dos trágicos naufragios sucedidos casi al mismo tiempo en lugares y circunstancias muy diferentes. Imposible no usar esta coincidencia para reflexionar o hacer exhibiciones morales, o de cualquier otro tipo, en las redes sociales.

Mientras en las frías aguas del Atlántico desaparecía un mini-submarino tripulado por cinco millonarios que querían visitar los restos del Titanic, el Mediterráneo se tragaba la vida de decenas de personas lo suficientemente desesperadas como para soñar con alcanzar una vida mejor en Europa subiéndose a un barco sobrecargado, mal equipado y peor pilotado. Que el primer naufragio haya acaparado más atención mediática que el segundo evidencia, entre otras cosas no menos tristes, que la atención no depende de la moral, ni elije su rumbo en función de las virtudes o la bondad del espectador. En todo caso, lo haría de sus vicios. Como saben muy bien los dueños del negocio mediático, la atención de la audiencia tiene sus propias leyes, no siempre edificantes. Probablemente, si ha preferido dedicar más tiempo a la tragedia de los ricos no es por aporofobia -ni siquiera por plutofobia, que también podría ser a la vista del desenlace-, sino porque esta noticia tenía características mucho más originales que la del naufragio de un barco de emigrantes en las costas de Grecia, a la que por muy desgraciada que fuera le faltaban alicientes peliculeros de los que la otra estaba sobrada.

Por desgracia, naufragios como el del Adriana se repiten con frecuencia ante la indiferencia general de una audiencia con la compasión cansada. Ha tenido que coincidir uno de ellos con la muerte de unos adinerados necroturistas para que se hable un poco más que otras veces de la gran vergüenza humanitaria que sucede todos los meses en la frontera sur de Europa. Y además por poco tiempo. A los pocos días de la macabra coincidencia naufragaba una patera en las costas de las Islas Canarias, y poco se ha dicho o reflexionado sobre esa tragedia tan lamentable como las otras.

Mucha gente ha protestado en las redes por esto, y por otras cosas como la cantidad de recursos públicos que se han dedicado al rescate de un submarino de lujo en contraste con la indolencia de las autoridades griegas para prestar el debido rescate cuando aún había tiempo para salvar vidas. Cosas como estas son las que la metáfora de los dos naufragios ha servido en bandeja a los internautas en este caluroso mes de junio. El exhibicionismo moral que denuncia Edu Galán en su último libro ha subido más que el mercurio de los termómetros. Las redes sociales son el medio de comunicación en el que nuestro personal branding practica su greenwahsing; y el altar de sacrificio de todos los chivos expiatorios de la modernidad. Pero nos engañamos si pensamos que lo que diga nuestro avatar en la ciberesfera nos exculpa de lo que hagamos, o dejemos de hacer, en la vida real. Si esta noticia puede servir para que reflexionemos sobre nosotros mismos con la intención de cambiar, o al menos de mejorar en algo, deberíamos empezar por ser lo suficientemente sinceros como para reconocer que no es que “se haya prestado” más atención a los náufragos del Titán. Es que se la hemos prestado nosotros. Porque la atención somos nosotros, los que luego protestamos por dónde ha ido la atención, y los que mendigamos a diario esa misma atención en nuestros perfiles sociales haciendo exhibiciones de todo tipo, incluidas las morales. 


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