El atronador silencio de los anunciantes

Es bien sabido que hay silencios tan estruendosos que hacen daño al oído. Incluso a los que son menos sensibles.

Claro que también es cierto que, como nos asegura el dicho popular, “no hay peor sordo que quien no quiere oír” (ahora mismo, no recuerdo bien si el dicho habla de sordos o de ciegos, pero, en este caso específico, también valdría), lo que podría darnos a entender que algunos no quisieran escuchar unas verdades, susceptibles de incomodar a más de uno, y respondiesen con un silencio tan brutal que hiciera temblar los cimientos de la lógica más elemental.

¿De qué estamos hablando? Pues, ni más ni menos que de un par de noticias con un alcance tan poderoso que deberían escandalizar a cuantos velan por la seguridad de sus más preciados activos… esos que también rivalizan en contar al mundo lo muy respetuosos que son con todo lo que suena bien desde el punto de vista de la sostenibilidad, la buena gobernanza, la ética y la diversidad.

Tres de las principales asociaciones de medios de este país (AMI, UTECA y AERC) han demandado a Meta por competencia desleal, reclamando una cifra total que supera ampliamente los setecientos millones de euros.

Todo está bien explicado en las respectivas notas de prensa, por lo que resultaría ocioso repetirlo aquí, pero conviene recordar que las demandas están fundamentadas en resoluciones de las autoridades europeas competentes, que han dictaminado el incumplimiento continuado del Reglamento Europeo de Protección de Datos por parte de Meta.

Sin embargo, lo que queremos resaltar en este artículo, lo que nos sorprende sobremanera, no es el hecho denunciado, cuya resolución corresponde a la justicia, sino el persistente silencio de los anunciantes. Llama mucho la atención que, quienes han tenido a sus marcas (esos activos valiosos de los que hablábamos antes) involucradas en un asunto tan delicado, no se hayan pronunciado de forma contundente.

¿Qué razones pueden animar a este colectivo de empresas a mantenerse calladas ante una situación con derivadas tan escandalosas?

Nos consta que una gran mayoría de esas compañías mantienen una actitud comprometida con los principales valores sociales que imperan en la actualidad (otra cosa es que, en ciertos casos, quede rebajado el verdadero alcance de esas saludables políticas por su empeño en airearlas a los cuatro vientos –vientos publicitarios–, como si se tratase de actividades extraordinarias, en vez de compromisos naturales, y de obligado cumplimiento para cualquier empresa responsable). ¿Por qué, entonces, este silencio, a todas luces poco apropiado ante algo de tanta trascendencia para la industria publicitaria?

Parece sensato opinar que no es un tema sobre el que se deba pasar de puntillas.
El mundo de la publicidad está esperando un pronunciamiento serio por parte de los anunciantes: cuando un terremoto –hay más, relacionados, también, con las redes sociales– sacude al sector, no parece oportuno el silencio de las marcas. De unas marcas que si hoy son fuertes y valiosas es gracias a esos medios que las han hecho crecer, a esos mismos medios (en este caso, nada menos que la prensa, la radio y la televisión) que han tenido que dar ese paso tan difícil y arriesgado de enfrentarse a un gigante tecnológico de dimensiones desproporcionadas, para reivindicar lo que, en opinión de muchos, es muy justo, principalmente porque el daño infringido está vinculado a una actividad ilícita.

¡Cómo nos hubiese gustado oír voces de anunciantes apoyando a quienes han sido los artífices, durante tantos años, de empoderar a sus marcas!

Todavía están a tiempo de hacerlo. No perdamos la esperanza de que llegue a haber empresas anunciantes capaces de romper ese atronador silencio que tanto perturba a quienes desean una publicidad responsable (y eficaz, no lo olvidemos), ejercitada, asimismo, por medios igualmente responsables, por la que todos debemos luchar.