El CES y la trampa del futuro: ¿para qué tanta tecnología?
"La tecnología avanza tan rápido, que siento que no tenemos suficiente tiempo para filosofar sobre su impacto".
Un año más, el Consumer Electronics Show (CES) se erige como el epicentro de la innovación. Cada año, Las Vegas se convierte en el escenario donde las empresas más visionarias exhiben sus creaciones, desde prototipos futuristas hasta dispositivos que prometen revolucionar nuestra vida cotidiana.
Hay una reflexión que siempre surge a raíz de eventos tecnológicos como el CES que queda muy bonita como titular. Como quote para un PowerPoint. Lo digo porque yo he caído ahí: “La tecnología nos hará más humanos”. En el CES se supone que todos los avances tecnológicos que se presentan contribuirán a mejorar nuestro bienestar, y que los humanos nos podremos dedicar a lo que nos hace ser humanos. Una conclusión que siempre surge en clave de un canto a la fe y la esperanza, y que nadie se atreve a contestar: ¿Qué es lo que nos hace humanos?
2025: En un mundo donde la tecnología moldea cada vez más nuestras vidas, la convivencia entre líderes políticos y gigantes tecnológicos nos acerca peligrosamente a un futuro orwelliano. Y mientras, en el CES, se habla de hologramas y experiencias inmersivas, avances de la IA, y la hiperpersonalización de la compra online. Tengo miedo. “IA, tengo miedo. ¿Qué hago?” “Robot, tengo miedo. ¿Me abrazas?”
¿De qué estamos hechos? ¿Miedo, amor, empatía, justicia, creatividad, colaboración, solidaridad?
Creo que más de una persona coincidirá con este breve listado. Más de una persona creerá en ello. Esta sensación. Esta convergencia. Esta pasión compartida. Esto es algo esencialmente humano. Y aunque parece que en el CES solo se habla de tendencias tecnológicas en clave de IA y robots, he descubierto que no. También se habla de lo humano desde el ámbito de la ética. Un ángulo de debate que tiene como objetivo definir y proteger nuestra humanidad. ¿El tema? Que es un ángulo de la ética que está centrado en cómo convivir con el resultado que ya ha provocado la tecnología en nuestras vidas. El impacto de la IA ya se ha generado, ahora nos toca apechugar y ver cómo convivimos con ello.
¿A qué me refiero? Aquí algunos ejemplos encontrados en el CES:
- “AI and the crisis of creative rights deep fakes ethics and the law”. Un debate que aborda los problemas que rodean a la IA y su impacto en las industrias creativas, liderado por voces de SAG-AFTRA o Microsoft.
- “No Fakes Law", una propuesta de legislación federal en los EE. UU. que tiene como objetivo proporcionar recursos legales a las personas cuya imagen se utiliza sin su consentimiento en deepfakes. O sobre complejidades de la ley de derechos de autor en el contexto del contenido generado por IA, incluido el tema de la autoría y el uso de material protegido por derechos de autor para entrenar modelos de IA.
La sensación cuando uno analiza el CES es que el avance de la tecnología está sucediendo demasiado rápido. Es un evento que reúne el impacto que genera la tecnología. No es un lugar en el que concedernos el tiempo para contestar a una pregunta: ¿POR QUÉ? ¿Por qué toda esta tecnología? ¿Por qué la IA? No hay espacio intelectual y emocional para reflexionar acerca del origen, y, sobre todo, acerca del propósito de esta evolución. ¿Es lo que necesitábamos? ¿Va a darme la oportunidad de ser más y mejor humano?
Nos sitúo más en posición de espectadores que de actores. Si queremos revertir esta sensación, y subirnos al escenario para dirigir y actuar, tenemos que dar más protagonismo a las reflexiones filosóficas que reten este avance tecnológico arrollador.
Me licencié en Humanidades en la UAB, y esto me ha marcado a lo largo de mi carrera provocándome una necesidad innata de preguntarle mucho a la historia, a la tecnología, al arte y a todo lo que los humanos somos capaces de construir desde el alma y el intelecto. Y me ocurre que la tecnología avanza tan rápido, que siento que no tenemos suficiente tiempo como para filosofar sobre su impacto. Sobre cómo está cambiando algo que parecía tan inmutable como la democracia. Como dice Carissa Vélez: «No es coincidencia que esta pérdida de democracia se dé al mismo tiempo que el auge de la tecnología digital».
La tecnología no se hace a sí sola. Hay un criterio. Personas detrás de ella. Intereses. Citando al filósofo José Antonio Marina: «Toda la incertidumbre y la ansiedad que nos producen los fantásticos logros de la Inteligencia Artificial pueden quedar amortiguados si nos centramos en elaborar los criterios de evaluación a que debe someterse». Y ahí está la clave, en ese ejercicio de retar y validar la tecnología desde su propósito y no desde su consecuencia. Pues detrás de ello aparece lo que nos hace humanos: el debate, el consenso, la definición de valores, el progreso humanista.
La tecnología no nos hace ni más humanos, ni mejores. Nos haría más humanos el acto de pensar, debatir, reflexionar acerca de su propósito. La tecnología es una herramienta, no un fin. En este contexto es crucial recordar que el progreso individual está intrínsecamente ligado al colectivo, a la comunidad. Esto es lo que intento cada día con mis compañeros de HAVAS PLAY, impulsar la innovación siendo muy consciente que solo conseguiremos hacerlo si nos centramos en las pasiones de la gente para conseguir conexiones auténticas. Las comunidades y sus pasiones son agentes activos de transformación de la cultura. El verdadero poder reside en ellas; el poder de la colectividad, y en el uso que hace esta de toda innovación, tecnológica o no, que primero tiene que testar, y después adoptar y adaptar a su estilo de vida, ritmo y gustos. Y, una vez que lo hace, se produce, con el tiempo y generalmente haciendo buen uso de ella, el ansiado progreso. La convergencia y el poder de la comunidad es lo que nos define como humanos. En definitiva, la tecnología con alma humana reconoce que el verdadero motor del progreso reside en nuestra capacidad de construir juntos un futuro mejor.
Por lo tanto, quizá sea el momento de que el CES sea más consciente de sí mismo. O que por lo menos sea lo más honesto posible. No dar por hecho que lo que se presenta en el CES es un mero show tecnológico en un espacio yermo y aséptico. El CES está ocurriendo en un contexto global en que hay humanos con sus sueños y miedos.
¿Qué le pediría al CES 2026? Personas que reflexionen sobre el impacto de la tecnología. Antropólogos, filósofos, historiadores. Pero también desarrolladores, inversores, testers. Arte y ciencia en un mismo espacio de conversación. Motores de la cultura y de la reflexión que pongan a la tecnología en el lugar y rol que toca. En definitiva, más preguntas y menos respuestas. Más honestidad y menos quotes para PPTs.