El otro Cannes Lions
Para los hombres, Cannes es todo fiesta, rosé y gritos testosterónicos levantando estatuillas. Para nosotras, Cannes es rezar para no cruzarse con el que te tocó el culo.
En el último Cannes Lions, tres mujeres lloraron en mi hombro. Tres. El mismo día. Mujeres de diferentes niveles y en diferentes estadios en su carrera, pero la historia era más o menos la misma: fueron target de bullying, acoso y humillación por ser “muy” opinionadas, vocales y ambiciosas. Calcado. Tenía todavía lágrimas en mi hombro, cuando escuché que llamaban en la terraza a un panel de “mujeres inspiradoras”. Y fue ahí cuando todo me pareció evidente: Cannes es como una suerte de metaverso en el cual somos todos iguales, y estos problemas ya son cosas del pasado. Casi que molestan. Para los hombres, Cannes es todo fiesta, rosé y gritos testosterónicos levantando estatuillas. Para nosotras, Cannes es rezar para no cruzarse con el que te tocó el culo. El que te trató de loca porque lo pusiste en su lugar. El que te maltrató en una reunión. El que te pagó menos. Y la lista sigue. Cannes es eso para nosotras: un sinfín de gente que te cruzas y no te puede mirar a los ojos. Las mujeres en la publicidad, y en todos los ámbitos, merecemos un entorno donde se dejen de envilecer en una mujer las mismas aptitudes que alabamos en un hombre. Donde podamos tomar una copa de vino en paz, sin estar llorando en los hombros de las otras. Por más que el festival nos venda este metaverso de igualdad, no es sólo que los problemas no están resueltos sino que ni siquiera los hemos empezado a discutir.