Enséñame la piña
La moda viral de ir a ligar a Mercadona por las tardes, que tanto ha calado entre el público más joven, resulta un tanto desconcertante en la era de las apps de citas que dan todo tipo de facilidades para encontrar a la persona deseada sin necesidad de moverse del sofá.
Hay ganas.
Decenas de aplicaciones a nuestra disposición para ligar o encontrar a la pareja de tu vida sin moverte de casa y la gente se lanza en masa a participar del bulo de la hora del ligue en Mercadona. La posverdad se ha hecho romántica.
Una posverdad es una mentira que se quiere creer; como el amor para los cínicos. Lacan decía que amar es dar lo que no se tiene a alguien que no existe; una buena definición de lo que hacemos en las redes sociales y algunas aplicaciones.
Muy desesperados tienen que estar los que se han creído este bulo para renunciar a las facilidades de Tinder o Meetic y tomarse la molestia de ir a Mercadona a una hora fija en pleno verano a poner una piña en su carrito. Desde luego, no lo han hecho por el aire acondicionado, ni por el precio de los tomates. Hay ganas, y son de otra cosa. Tantas, como para llegar a esta locura colectiva. Vale la pena preguntarse por qué las aplicaciones no satisfacen este manifiesto deseo. Es como si en la era de las plataformas en streaming nos obsesionáramos con ver la película que emite TVE después de cenar, que es lo que se hacía antes de que Internet y sus derivados nos hicieran más felices a todos. Supuestamente.
Antes había un modo analógico de ligar, como lo había de ver la televisión, y si esto de la piña ha triunfado debe ser que tenía algo que ahora se echa de menos.
En Tinder deben estar bastante mosqueados. ¿Qué tiene Mercadona que no tengamos nosotros? Nosotros ofrecemos la posibilidad de conocer a miles de personas que buscan pareja con un simple movimiento de los dedos; y permitimos al usuario entrar y salir de una conversación sin dar explicaciones ni ser mínimamente educado. Todo son facilidades. Compararnos con lo de Mercadona es como comparar el chocolate Godiva con el Hacendado.
No parecen darse cuenta de que en las aplicaciones de ligue el producto también somos nosotros, los usuarios, y que si tenemos que presentarnos con una foto y un copy más o menos cursi la mayoría vamos a quedar más cerca del chocolate Hacendado que del Godiva.
Dicen algunos analistas que todo esto es producto del FOMO (fear of missing out). Es decir, la gente está participando en este happening porque no quiere perdérselo, y porque es una broma colectiva que tiene más que ver con el humor que con el amor. Puede ser, pero el FOMO es precisamente una razón para huir de las aplicaciones de ligue, donde el usuario recorre el escaparate de candidatos o candidatas pensando que “siempre hay alguien mejor” a un solo barrido del dedo. O sea, quedarse con uno o con una es una sobredosis de FOMO.
Para eso mejor ir al pasillo del supermercado a enseñar la piña. Allí somos algo más que una imagen prometedora entre un millón; y tendremos la oportunidad de demostrarlo antes de que nos barra un dedo displicente.
Hay ganas.
De realidad.