Espabilemos

Seamos claros. La IA es la guillotina que va a decapitar el marketing tal como lo conocemos.
Empleos a la basura, creatividad reducida a fórmulas predecibles, campañas impersonales diseñadas por robots… Ese es el futuro que nos espera. Y sí, es tan sombrío como suena. Pero aquí está la verdad, cruda y directa: todo esto ocurrirá… si nos quedamos de brazos cruzados. Si la chispa de la creatividad humana se apaga.
Porque ahora, lo que verdaderamente enciende la llama, lo que hace irresistible una marca y memorable una campaña, reside en ese trío prohibido para la máquina: una visión que solo tú posees, un riesgo que te atreves a acariciar y una emoción que te recorre la piel.
Me suelen preguntar si la IA va a acabar con lo que hacemos. Y mi respuesta es rotunda: viene a ponernos a prueba. Ahora que cualquiera puede generar imágenes, textos o vídeos en segundos, la herramienta ya no es la clave. La diferencia está en el cómo. En qué decidimos contar. En ese ojo que distingue lo mediocre de lo brillante. En el gusto que te guía hacia la excelencia.
Recordemos la invención de la imprenta por Gutenberg. También generó temor sobre el futuro del conocimiento y la creatividad, pero democratizó el acceso a la información y amplificó las ideas sin precedentes. La IA está siguiendo un camino similar. No piensa, no siente, no tiene criterio propio. Nos da mil opciones, sí, pero la responsabilidad de elegir la correcta, de darle alma, de conectar con las personas, sigue siendo nuestra. La IA no sustituye el talento, lo amplifica. Pero sin una base sólida de trabajo, sin una visión clara y sin esa pasión que nos impulsa a ir más allá, no hay nada que amplificar.
Así que, espabilemos. La IA no nos va a hacer el trabajo. Nos va a exigir ser mucho mejores. Y esa, señoras y señores, es la mejor noticia que podíamos recibir.
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