Hablar de la evolución del medio TV es hablar de la evolución de la sociedad misma. Ambas han estado intrínsecamente relacionadas desde la llegada del medio a nuestras vidas. La clave es que al principio la TV, como medio soberano, señalaba el camino reuniendo a su alrededor a las masas y decidiendo cuándo se reía, se lloraba o se informaba. Pero llegó un momento, como pasó en la Francia de finales del siglo XVIII, en el que el espectador se hartó de que le marcaran el ritmo y decidió coger el mando, poniendo a bailar sin piedad alguna al medio Rey a su antojo.
Y fue tal la tiranía del espectador, con internet y la tecnología como látigo de 7 colas, que cansado de las reglas del cuándo y del qué, hizo explotar al medio en mil vertientes. Y así nacieron conceptos como Advance TV y Conected TV, en los que, con la TV lineal como abanderada, se integraron las Smart TV, el Video Online en todas sus vertientes, las OTTs y un largo etcétera que no para de crecer. Y fue cuando, valga la paradoja, la TV alcanzó su máxima expresión y pasó de ser un electrodoméstico en el salón de nuestras casas a convertirse en un medio de verdad. Un canal líquido, personalizable y compuesto por una serie de subcanales, que se adapta al espectador como el agua lo hace a una botella. Pero no nos olvidemos del “y viceversa” de la definición: el modelo actual ya no es autoritario, donde o manda la TV o manda el espectador, sino que ambos se acompañan y se deben escuchar.
Y esto es clave para el futuro de la TV (lineal y no lineal), ya que el espectador actualmente está lanzando una serie de mensajes claros que debemos tener en cuenta para seguir evolucionando juntos de manera positiva, pero que se pueden perder entre tanto ruido:
Estos mensajes deben ser aplicables tanto por todos los medios que componen esta televisión omnicanal a la hora de diseñar su oferta, como por las agencias de medios a la hora de plantear nuestras estrategias de comunicación. Es el único camino para seguir siendo relevantes