In Memoriam: Alfonso Martín
Alfonso Martín, uno de los maestros de la dirección de arte publicitario de Barcelona y no sólo de Barcelona, acaba de dejarnos apaciblemente. Tenía 85 años recién cumplidos.
Si revisásemos con calma y documentación su legado, él solo ocuparía varias páginas de la historia de la publicidad de esta ciudad y de este país, aunque tal vez fuera el primero en negarlo pues no era gran amigo del halago y menos de la hipérbole. Pero su trabajo hablaría por él y nos lo confirmaría.
Alfonso Martín empezó por ser delineante en Elizalde, estudió Bellas Artes, se introdujo en el grafismo en Costa y Padró, se fue a Estocolmo y se impregnó del diseño, de la luz, y de la modernidad sueca, se aplicó a la vuelta en modernizar la histórica Roldós, fue captado por Consejeros de Publicidad en un momento de gran brillo y protagonismo de esa agencia, saltó un tiempo breve a Hauppmann &Martino donde se ocupó de proyectos muy relevantes, ensayó con éxito la condición de freelance… Y ahí entró en mi vida. O yo en la suya, porque nada más eché un vistazo a un book que me dejó ver, no aspiré a otra cosa que a que viniera a trabajar con nosotros en J. Walter Thompson, Barcelona. Eso fue hacia 1978. Ya no nos dejamos. Primero en aquella encantadora agencia, después en Bassat Ogilvy y por fin, creando juntos, con otros dos compañeros, que pronto fueron tres, la empresa de nuestros sueños: FMRG, de la que él fue la M y el más decidido entusiasta. En un tiempo de fusiones y adquisiciones, él siempre se apuntó a que solos también podíamos hacerlo. Y vaya si lo hicimos durante unos años -más de quince- de los que guardo un imborrable recuerdo. Con el tiempo hubo que rendirse a la evidencia de que los tiempos habían cambiado y para aspirar a trabajar en proyectos mayores había que aceptar compañía y respaldo internacionales. Fueron los tiempos también muy instructivos de Lowe FMRG, pero para él desprovistos del encanto de la independencia a ultranza.
Tenía razón: no era lo mismo. Adelantó apenas dos años la jubilación y decidió dedicarse a su familia y a una asignatura pendiente durante toda una vida de gran exigencia profesional y de largas y continuadas horas de trabajo: la pintura. No sabría por dónde empezar a relacionar sus trabajos tan sobresalientes, la lista de marcas mayores y menores a las que prestó su inteligencia, su arte y su criterio. Este no es el lugar. Sólo apuntar que se ha ido uno de los grandes, que ha dejado su fuerte impronta en los compañeros, los jóvenes, los profesionales y los artistas con los que ha colaborado. Nadie que yo conozca se habrá arrepentido de haber tenido contacto con Alfonso Martín.
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