Presume de leer revistas (hay motivos)
En tiempos de desinformación y bulos hay un medio que destaca sobre los demás gracias a los valores que ha defendido siempre: calidad, credibilidad y comunidad.
La celebración en Madrid del Foro de Revistas 2024 organizado por la asociación ARI sirvió, entre otras cosas, para callarle la boca a los cenizos que auguran un mal futuro para este medio debido a lo de siempre: los cambios tecnológicos, los hábitos de consumo de la información y el entretenimiento de las nuevas generaciones, la crisis de los modelos de negocio de la prensa, los monopolios de distribución en el mercado digital, la compra programática basada criterios cuantitativos o tácticos y el resto de monstruos marinos con los que nos encontramos los que navegamos por los mares del mercado de los medios a bordo de este viejo barco llamado revistas (que tiene más millas recorridas que la suma de casi todos los que ahora le desafían).
Todo lo contrario. Como se dijo a lo largo de la jornada en varias ocasiones, este es un momento excelente para reivindicar los valores diferenciales del medio revistas, y las razones están a la vista de todos. Se repite con frecuencia que “cuando hay una inundación, lo primero que falta es el agua potable” para describir el panorama que se está quedando con la proliferación del negocio de los bulos, las mentiras, el sensacionalismo y el periodismo del clic. Ante este desolador espectáculo de desinformación, parece razonable que una parte cada vez mayor de la audiencia, sea cuál sea la generación a la que pertenece, no se resigne a saciar su sed de conocimiento con esta agua emponzoñada y empiece a pedir depuradoras. Es decir, a volver la vista hacia las revistas, que siempre han basado su existencia en valores que ahora escasean, y por tanto, cotizan al alza: la calidad de los contenidos, tanto en forma como en fondo, la credibilidad, la posibilidad de crear una comunidad de lectores que comparta un sentido de pertenencia en torno a un foro de intercambio de ideas y, sobre todo, una experiencia de usuario alternativa a la del lector picaflor, que salta de titular en titular leyendo apenas unas líneas, sin profundizar, ni mucho menos comprender, lo que está pasando. En los tiempos de la economía de la atención, pocos medios como las revistas pueden presumir de conseguir una atención de calidad y exclusiva como la que consiguen sus contenidos. Los anunciantes no pueden ignorar esto.
Como era de esperar, a lo largo de las ponencias y charlas que formaron parte del Foro de Revistas ARI se habló con frecuencia de la Inteligencia Artificial y sus desafíos, con la inevitable referencia a la posibilidad de que las máquinas sustituyan el trabajo humano. Dejando aparte que son muchas las utilidades que las herramientas de IA pueden proporcionar al creador de contenidos, sobre todo en la parte de investigación (recopilación de datos, certificación, conexión de sucesos, inspiración e insights) y por tanto deberíamos mirar a estas soluciones tecnológicas como colaboradoras más que como enemigas, hay que añadir que no todos los periodismos son iguales; y por tanto, unos serán más automatizables que otros; o sea, más sustituibles por máquinas. De hecho, es precisamente ese periodismo fast food que se consume en las redes sociales el que más fácilmente podrá hacer una máquina. Las consecuencias están a la vista. Todo lo que se automatiza tiende a parecerse tanto como un churro a otro churro. Por no hablar de las consecuencias que ese tipo de alimentación está teniendo para la salud de la democracia. Lo que las revistas ofrecen, y es lo que justifica el momento/oportunidad del que se habló en el Foro ARI, es una experiencia de usuario alternativa; concretamente, la del gourmet; que en este caso es la del ciudadano bien informado. Es fácil decir que no hay demanda para este tipo de contenidos, pero también se dijo que los españoles eran unos piratas que nunca pagarían una suscripción a una plataforma de streaming o que los discos de vinilo estaban condenados a desaparecer y cada año se venden más; por no citar otros vaticinios recurrentes como la inminente desaparición del teatro, que lleva siglos sin cumplirse.
Igual que alguien que compra vinilos o va al teatro demuestra un gusto refinado por la música y la literatura, alguien que lee revistas tiene motivos para sentirse orgulloso de alimentar su hambre de conocimiento con contenidos de calidad que no se han elaborado en una churrería automática obsesionada con la cantidad de churros que venden por minuto porque de eso depende su negocio. Querido lector, presume de leer revistas. Tienes motivos.