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Opinión

Recuerdos de la guerra del opio tras el amago de cierre de TikTok

Recuerdos de la guerra del opio tras el amago de cierre de TikTok
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miércoles, 29 de enero 2025

Tras su efímero cierre en EE.UU por motivos de seguridad nacional, la nueva droga china vuelve a campar a sus anchas en el mercado estadounidense para satisfacer la preocupante adicción de unos usuarios cada vez más enganchados.

Fue uno de los episodios más infames de las guerras coloniales del siglo XIX. Sus causas -sobre todo y como casi siempre-, de origen económico; más concretamente, comercial. Para compensar una balanza de pagos deficitaria con China, a la que compraban grandes cantidades de té, seda y porcelana y vendían poco o nada, los británicos decidieron invadir el mercado chino con un producto adictivo y altamente tóxico cultivado en los campos de la India. La estrategia funcionó demasiado bien. En pocos años miles de chinos acabaron enganchados al opio y las autoridades del país, lógicamente alarmadas por el problema social, económico y sanitario que estaba causando, tuvieron que prohibir la importación de esa droga que descomponía a su sociedad y debilitaba toda su potencia económica y cultural, unas medidas restrictivas del comercio internacional que condujeron a guerras desiguales con los imperios europeos terminadas siempre con tratados ominosos para China. Los cien años comprendidos entre la segunda mitad del XIX y la primera del XX todavía son conocidos en ese país como “el siglo de la humillación”, y han creado un resentimiento hacia occidente que nunca debería ignorarse si se quiere comprender lo que está pasando en la actualidad. Porque China también quiere ser “great again”; y, por lo visto, también se propone hacerlo a lomos de un caballo.

Ahora es China la que ha exportado una droga debilitadora al imperio de occidente. No se extrae de las amapolas ni se fuma en largas pipas o se inyecta en vena con una jeringuilla; se consume en una aplicación que se instala en unos aparatos considerados irónicamente “inteligentes”, pero no por eso es menos adictiva que el opio. Por si fuera poco, ni siquiera hay que esforzarse en producirla. Basta con poner la tierra para que sean los propios yonquis los que se dedican a cavar, sembrar y regar el cultivo de esta adormidera que luego el propietario cosechará en forma de ingresos publicitarios o de database marketing. Como llamar auto-explotados a estos trabajadores del campo ajeno puede parecer un poco ofensivo, algunos prefieren referirse a ellos con el término “prosumidores”, palabra que resulta de juntar “productor” con “consumidor”- ¡¡Los propios clientes fabricando la mercancía que vende el distribuidor!! ¿Cuándo se ha visto un negocio mejor?

Naturalmente, hay otros traficantes de estos segregadores electrónicos de dopamina, pero ninguno ha conseguido un producto tan adictivo como el de los chinos. Dicen algunos usuarios de TikTok que “es como si les leyera el pensamiento”. Poco más se puede añadir. La carrera espacial se la ganaron los americanos a los comunistas, pero la ciber-espacial todavía está por ver.

Hace algunos años que las autoridades norteamericanas están tan preocupadas con la adicción a TikTok como lo estuvieron las chinas con el opio. Aunque al parecer no es por el hecho de que la juventud esté pasando cada vez más horas en estos modernos “fumaderos”, sino porque el propietario de esos fumaderos no es estadounidense. Por eso el año pasado aprobaron una ley que pretendía conseguir lo que sería la versión americana de una nacionalización. Es decir, que no sea el estado quien compra, que eso suena demasiado socialista, sino una empresa privada… pero nacional. No se consiguió tal cosa, y al final llegó el día que nadie imaginó que podría llegar en un país que tiene el derecho a la libertad de expresión como uno de sus principios fundacionales (primera enmienda de la Constitución). Se prohibió el uso de una red social del mismo modo que las dictaduras cierran periódicos o canales de televisión. No obstante, la contradicción duró poco, porque este cierre ha sido como la declaración de independencia de Puigdemont, que si parpadeas te la pierdes. A todos nos gustaría decir que Estados Unidos rectificó a tiempo, pero para eso tendríamos que ignorar unos hechos que son bastante más feos y preocupantes. En cuanto se suspendió el uso de TikTok en Estados Unidos se abrieron las puertas de los fumaderos de opio y de ellos salió una muchedumbre de zombies a la búsqueda de algo que llevarse a su cerebro hambriento de dopamina. No todos encontraron la metadona en Meta, propietaria de Instagram. Muchos de estos TikTok refugees recurrieron a programas VPN que les permitían conectarse con IPs encubiertas a su camello chino de toda la vida, y a otros aún más hardcore de este mismo país; como RedNote, que ha aumentado vertiginosamente su número de usuarios. Ante esta deriva inesperada de los acontecimientos, hubo que volver a abrir los fumaderos de opio americanos antes de que aquello se convirtiera en una experiencia parecida a la de la ley seca, pero con Al Capone chino. Si alguien tiene que vender el whisky, mejor en Chicago que en Pekín.

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