La campaña más rompedora, según Daniel Marco

Desde hace un par de años he escuchado con más y más frecuencia el término hackeo a la hora de definir a una campaña efectiva. Y mientras que, en el fondo, sigo pensando que es una forma embelesada de decir “estrújate un poco más el cerebro, que no hay presupuesto”, sí que es cierto que se han lanzado grandes campañas, algunas con el mérito incluso de haber conseguido trascender más allá de este mundillo hermético en el que trabajamos.

Esta es una de ellas.

No hay mecánicas complejas, ni insights cogidos con pinzas o manifiestos vendehumos.

Es una buena idea, sencilla pero efectiva, como Jordan en un sexto partido. Una campaña, que no deja de ser una forma ingeniosa de subirse al bandwagon, de estar atentos a lo que hace ruido y de seguir la moda. Pero, cuando lo haces en una cultura que está tan obsesionada con ella, la jugada te puede salir muy bien.

Me gusta que en la ejecución fueran de cara y se limitaran a imitar el shooting original. Saber usar el humor y el no tomarse demasiado en serio sigue funcionando perfectamente, y aquí se demuestra. Y es que, en la mayoría de ocasiones, vemos el caso opuesto: marcas que intentan subirse al carro del momento, pero que se quedan a medio camino y dan una sensación de oportunistas.

Pero lo mejor es haber conseguido hacer cool una cosa que parecía casi imposible: el merchandising de marca. Ese es el verdadero hack: convertir a los consumidores en influencers, sin pagarles ni un dólar y cambiando, además, la percepción del uniforme de los trabajadores. Ese mismo que a menudo fue objeto de burlas... En esta ocasión, se agotó en unas pocas horas.

Campaña: That look from Popeyes | Anunciante: Popeyes | Agencia: GUT Miami