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"La sociedad está en deuda con la cultura"

'La sociedad está en deuda con la cultura'
Lunes, 28 de septiembre 2020

Con más de 50 años de vida parecía que el Jazzaldia -certamen internacional de jazz patrocinado desde hace 23 años por Heineken y otras muchas marcas- ya lo había vivido todo, pero el 2020 llegó con una pandemia que le ha puesto en jaque. Finalmente, con la ayuda de músicos, anunciantes, administración y público, la música ha vencido y su caso puede ayudarnos a entender el estado de los eventos culturales patrocinados en estos tiempos extraños.

Ctrl.- ¿Qué balance hacéis de una experiencia tan extraña como Jazzaldia 2020?

Miguel Martín, Director de Jazzaldia.- Todo ha ido mejor de lo que podríamos haber esperado teniendo en cuenta las circunstancias. Empezamos a vislumbrar que podía ser así a finales de abril, cuando se anunció un plan de desescalada que luego no se ha seguido estrictamente por muchas razones, pero al menos nos dio una especie de guión sobre cómo podíamos actuar y, sobre todo, nos permitió pensar que había posibilidades de celebrar el Jazzaldia de este año.

Hubo que ir poco a poco, sobre todo con el programa, hasta que pudimos cerrar a un conjunto de músicos como Benavent, Pardo, Domínguez o Silvia Pérez Cruz que ya nos sirvió para saber que habría festival, porque eran de mucho prestigio. Por eso hay nombres que se repiten en el programa. Del primer programa recuperamos solo dos cosas: Oreka TX y Marco Mezquida con Beethoven. Poco a poco se fue consolidando un nuevo programa.

Eso resolvía el problema de los músicos, pero no el del público ¿No había miedo de que la gente no respondiera por miedo al contagio?

De acuerdo, no todo el mundo estaba dispuesto a venir, pero también había otra parte importante de nuestro público que sí. Algunos tan desinhibidos que hemos tenido que intervenir para pedirles que guardaran las debidas precauciones. 

Por otra parte, estuvimos durante un tiempo en la tesitura de saber cuál sería el aforo final para nuestros recintos porque había distintas propuestas, como guardar un metro y medio entre cada espectador o limitar el aforo a 400 personas. Al final la Plaza Trinidad, que es nuestro escenario fetiche ha contado con unos 650, el Kursal casi mil y el Teatro Victoria Eugenia unos 450, que es mucho menos de su capacidad en tiempos normales, pero aceptable para el festival.

Teníamos que ser muy cuidadosos con el concepto de entorno seguro porque al fin y al cabo este es un festival que depende de la administración pública. Al final el comportamiento del público ha sido ejemplar, todos con mascarillas y guardando las distancias de seguridad.

¿Crees que se ha demostrado algo, para el que quiera verlo?

Es posible que salvando al Jazzaldia hayáis contribuido a salvar también otros eventos culturales que ahora son muy necesarios. La cultura es absolutamente necesaria en estos momentos. Puedo entender que un promotor privado no tenga aliciente para poner en marcha una actividad en la que va a perder dinero, pero la actitud de la administración pública tiene que ser diferente. Esto hay que hacerlo y no entiendo por qué no se ha hecho más. En el mundo del teatro se ha conseguido celebrar Almagro y Mérida, también con muchísimo apoyo del gobierno y del ministerio de cultura, como nosotros, que también hemos recibido el apoyo del ayuntamiento de San Sebastián, que además ha hecho de puente con el gobierno vasco para que estuviéramos todos muy al día de las nuevas medidas que se tomaban. Por suerte el decreto tuvo bastante en cuenta algunos aspectos importantes sobre cómo se celebran los festivales de verano. Nos dejó la puerta abierta para llegar a esos aforos a los que me refería antes. Salvaguardar el concepto de recinto seguro nos ha ayudado mucho. Y también la colaboración mayoritaria del público.

En el mundo de la cultura se están escuchando quejas que aluden a una discriminación. Dicen que a los espectáculos culturales no se les está permitiendo determinadas cosas que a otros sectores sí. ¿Qué opinas?

Opino lo que dije el otro día en la entrega del premio a Chano Domínguez. O sea, que estamos en unos tiempos de mierda. En primer lugar porque hay gente que muere y porque tenemos que vivir con restricciones, por supuesto, pero también porque hay una insolidaridad creciente, un desapego de una parte de la sociedad hacia otra; esa parte que hace lo que le da la gana.

Me parece lógico que a los comerciantes, peluqueros, gimnasios o lo que sea nos obliguen a cumplir unas normas, y además prácticamente todos cumplimos. Pero al mismo tiempo estamos viendo en la calle situaciones que no tienen nada que ver con esa mentalidad. Hablo de un tiempo de mierda porque nos está disociando, porque no hay solidaridad. Si la gente tuviese un poco más de sentido común y responsabilidad en determinados ambientes, habría menos restricciones. Un comportamiento más solidario en los momentos de ocio nocturno favorecería a los trabajadores de la cultura y nos salvaría.

Es algo paradójico porque precisamente una de las funciones sociales que tiene la cultura es crear comunidad y sentido de pertenencia.

Cultura es una palabra enorme con miles de sentidos, pero cuando sirve para definir una comunidad creo que es cierto lo que dices. La cultura da sentido a la vida. Somos algo porque tenemos y practicamos una cultura, porque apreciamos el arte. Me recuerda esa famosa anécdota. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial el gobierno británico presentó unos presupuestos que aumentaban la inversión en cultura. Alguien se lo criticó a Churchill y su respuesta fue: “¿Si no hacemos todo esto por la cultura, por qué lo estamos haciendo?” Por eso me arriesgo a decir que la cultura es lo que nos da sentido a la vida.

En unas circunstancias tan extraordinarias ¿cómo se ha gestionado la relación con los patrocinadores habituales de Jazzaldia, como Heineken?

Heineken sigue en el festival. Aporta una cantidad, pero este año no hace publicidad. Esa es la excepcionalidad de esta edición. Al público le ha llamado mucho la atención porque era una asociación histórica que empezaba por el propio nombre del festival. Nos dijeron que era un riesgo enorme para la marca apoyar eventos culturales con asistencia de gente porque se podría asociar su nombre al estallido de brotes. Todo ello a pesar de que había un contrato y unas condiciones. Por eso se renegoció el importe. Al final aportan una cantidad porque hay una buena relación que dura ya 23 años y se quiere mantener en las próximas ediciones.

Con cada marca patrocinadora ha habido una conversación particular. Unas no han querido figurar con su nombre o han renunciado a sus espacios patrocinados, otras han estado menos presentes que otras veces y otras igual que siempre, como es el caso de Frigo. Yo entiendo todas las posiciones, incluso a los que no quieren tener un escenario con su nombre. Confío en que el año que viene todo volverá a la normalidad. Frigo ha suspendido el acuerdo de tres años que tenía y ha negociado uno nuevo. Se puede decir que prácticamente todos los patrocinadores se mantienen, aunque no siempre con las mismas cantidades.

Puedes leer el reportaje completo en el número de Septiembre 2020 de la revista Ctrl Control Publicidad.


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