Arde la red con un asesino más

La serie que estaba entreteniendo tanto a los espectadores e internautas era un true crime, género de moda, sobre el truculento crimen de la Guardia Urbana sucedido en Barcelona en el año 2017. Para los espectadores que se quedaban con ganas de más después de verla, Netflix también incluía en su oferta de contenidos un documental-entrevista con Rosa Peral, una de las asesinas y probable cerebro del plan; visto que el otro asesino andaba escaso de este órgano vital, que no de otros.

Lo de Gran Hermano tampoco parecía ser un escándalo para nadie, aunque toda España sabe que en este programa se produjo, también en 2017, una violación delante de las cámaras sin que los productores del programa hicieran nada por evitarlo; y sí mucho por ocultarlo a pesar del orwelliano nombre que han elegido para su reality show; o precisamente por eso.

Que por todas partes haya entrevistas, documentales y películas con o sobre asesinos reales hace tiempo que no escandaliza a nadie; como mucho, a los familiares de las víctimas, a los que se trata como unos aguafiestas por quejarse, y a algunos intelectuales sin audiencia muy preocupados por el efecto nocivo de la televisión basura y sus derivados.

Sin ir más lejos, ahora mismo se está rodando otra serie sobre el crimen de Asunta, también con reparto estelar y augurios de éxito de público.

Lo interesante del documental de Évole es que haya decidido entrevistar a un asesino en serie diferente. Y no porque el dolor de los familiares de las víctimas sea diferente. La ausencia de un ser querido no duele más ni menos en función de los motivos por los que un asesino despiadado te lo arrebata. Lo que hace diferente al serial killer Josu Ternera (a él no le gusta que le llamen así) es que él tenía motivos políticos para cometer sus atrocidades. Y en política nunca falta alguien dispuesto a aprovechar este tipo de oportunidades. Si los crímenes de este asesino fueran pasionales, económicos, sexuales o de cualquier otra índole es muy probable que este documental no hubiera suscitado tanta polémica. Los que acusan a Évole de blanquear el terrorismo no dicen que la serie “Monster: la historia de Jeffrey Dahmer” blanquea el canibalismo. Les sonaría raro, y a lo mejor incluso ridículo.

Probablemente, Jordi Évole lo hubiera rodado de todos modos. Porque si ha entrevistado a Josu Ternera (a él no le gusta que le llamen así) es por el morbo de darle voz a un asesino, que es el secreto del éxito de los true crime. Coartadas intelectuales aparte, Évole se está aprovechando de los mismos bajos instintos que atraen a la audiencia a los realities en los que se comenten violaciones delante de las cámaras. Dirá que pretende arrojar más luz sobre el problema del terrorismo y cosas parecidas, pero no cuela. Para entender el terrorismo de ETA ya hay otros documentales en los que hablan todos los implicados. No solo los terroristas, sino también las víctimas; esas mismas víctimas cuyo dolor también están utilizando algunos para atacar a Évole y alrededores. Al final, esto se ha convertido en una nueva polémica política con víctimas silenciosas de fondo. Una más, sobre un asesino más.