Vox: cabalgando a lomos del enemigo

Vox: cabalgando a lomos del enemigo
Miércoles, 26 de diciembre 2018

El pasado 2 de diciembre el escenario político andaluz se vio totalmente descolocado por los 12 escaños obtenidos por Vox en las elecciones autonómicas. Independientemente de ideologías, merece la pena estudiar el fenómeno desde el punto de vista de la estrategia de comunicación puesta en marcha por un partido que presume de `derechismo´ sin complejos.

El año de Bergman ha terminado con un inesperado e involuntario homenaje a su película “El huevo de la serpiente”. Días después del suceso, cuando ya nada ni nadie puede evitarlo, los análisis sobre las causas del espectacular resultado de Vox en las elecciones andaluzas proliferan en los medios. Sociólogos, politólogos, intelectuales y otros pensadores nos siguen explicando desde las tribunas de su autoridad lo que por lo visto era evidente, aunque ni ellos ni nadie supieran verlo antes de que sucediera. Es la falacia del cisne negro, con la inquietante diferencia de que el animal que ha nacido no es tan bello e inofensivo.

No es este el lugar para analizar las consecuencias políticas de este fenómeno, ni mucho menos para posicionarse ideológicamente al respecto, pero hay algo que los profesionales de la comunicación pueden aprender de la inteligente estrategia de comunicación de este partido en las redes sociales; aprendida de experiencias recientes en otros países. Los rumores –que son solo eso- hablan de un probable asesoramiento internacional procedente de Estados Unidos, y más concretamente del equipo de comunicación que llevó a Donald Trump a la Casa Blanca en 2016. Sea o no cierto, lo que no se puede ignorar es que la estrategia de polarización ha dado un resultado que ha sorprendido incluso a sus propios artífices. El populismo es propenso a poner en práctica un sencillo y efectivo plan de ataque: “divide a la población en dos bloques irreconciliables y asegúrate de ser el líder de la mitad más grande”. No es el mejor consejo para conseguir el consenso y la convivencia entre diferentes, pero electoralmente funciona. La radicalidad se alimenta del comportamiento del otro porque está basada en el odio. Esto quiere decir que cuánto más odiemos a ese otro, más movilizados estaremos para votar a la opción que te protegerá de él. Por tanto, y siguiendo esta lógica perversa, una buena estrategia de comunicación para convencer a los que aún dudan, consiste en dar visibilidad al enemigo con mensajes del tipo “si no me votas, gobernarán estos”. En términos prácticos, esto se traduce en pagar para publicar en el muro de Facebook de los posibles votantes de Vox noticias –verdaderas o falsas- sobre lo que dicen o se proponen hacer los partidos de la izquierda. Mejor que decir lo buenos que somos nosotros, diremos lo malos que son ellos. Cuando lo que mueve es el odio, es mucho más eficaz, y además exige menos compromiso programático. Otra variante de este maquiavélico plan de medios consiste en hacer exactamente el camino inverso: publicar noticias sobre Vox en los muros de votantes de izquierdas para provocar su reacción y abrir debates incendiarios en redes sociales que aumenten la notoriedad del partido y lo conviertan en el “enemigo hegemónico” dejando a los otros partidos de derechas, que son sus verdaderos rivales, en un segundo plano del combate.

El éxito de Vox demuestra una vez más que la fuerza del contrario te puede llevar muy lejos. Se acaba de comprobar con la campaña de Navidad de Campofrío, en la que se ridiculiza a los llamados “ofendiditos”. Con sorprendente ingenuidad, los opinion leaders de muchos de estos ofendiditos han picado en el anzuelo publicando artículos críticos contra la marca y su mensaje, lo que ha abierto un debate en redes que ha multiplicado el impacto de la campaña, beneficiando notablemente a la marca. No habrá referéndum al respecto, pero parece claro que en este caso la mitad más grande de la población es la de los que han aplaudido el anuncio.

Durante la campaña de las elecciones andaluzas se publicó un vídeo en el que el líder de la extrema derecha cabalgaba un caballo andaluz en plan Conquistador de las Indias. Muchos nos reímos de él y nos lanzamos a viralizar en redes la plaga de memes satíricos que suscitó. Lo que no sabíamos es que el caballo éramos nosotros.


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