Consultoras independientes: cuestión de ADN

Estas firmas, lejos de las estructuras rígidas de los grandes conglomerados, ofrecen una combinación única de agilidad, cercanía y compromiso. Su tamaño les permite adaptarse rápidamente a las necesidades cambiantes del mercado y de sus clientes. A diferencia de las primeras, son de facto más que consultoras: son una extensión de los equipos de sus clientes.

Roman ejemplifica perfectamente este modelo. Bajo el liderazgo de Silvia Alsina, la consultora ha experimentado un crecimiento sostenido, multiplicando por diez su tamaño en la última década y alcanzando una facturación de 22,7 millones de euros en 2024; y también fue pionera en introducir el movimiento B Corp en el sector de la comunicación en España. Roman también ha sabido integrar iniciativas como La Casa de Carlota, un estudio de diseño que incorpora a personas con síndrome de Down y autismo, promoviendo la diversidad y la inclusión en el ámbito creativo, lo cual hubiera sido seguramente impensable en otro perfil de agencia.

El carácter y perfil de consultora independiente permite mantener una relación más próxima y una visión más customer centricity, sin estar condicionadas por otros factores. Eso se traduce también en estructuras más flexibles que facilitan la colaboración transversal entre equipos, una comunicación fluida y una toma de decisiones ágil. Y, al final, son los clientes quienes lo acaban agradeciendo.

Ese es precisamente el valor diferencial basado en la proximidad, la adaptabilidad, el modelo boutique como ADN, en contraposición al modelo basado en grandes economías de escala. En un mundo donde la autenticidad y la responsabilidad son cada vez más valoradas, estas firmas se posicionan como socios estratégicos para las organizaciones que buscan elaborar su propio storytelling pero, sobre todo, su propio storydoing, generando un impacto en sus stakeholders positivo y sostenible en el tiempo. Y, al final, así se construye la reputación, que es lo que verdaderamente importa.