La gran oportunidad que nos ha regalado la pandemia

La gran oportunidad que nos ha regalado la pandemia
Miércoles, 05 de enero 2022

La pandemia ha sacudido a todos los sectores y a todas las economías, poniendo de manifiesto nuestras diferencias, nuestra capacidad de adaptación, nuestra fragilidad y también nuestra fuerza. Pero, además de ser una catástrofe humana y económica, nos ha permitido aprender de nosotros mismos y poner en relevancia cual es nuestra contribución a nivel profesional y personal.

Reconozcámoslo, profesionalmente estábamos atrapados en modelos del siglo pasado y ni siquiera la tecnología nos hizo plantearnos un cambio. Ha hecho falta el apocalipsis viral que perdurase durante un par de años para que nos replanteemos el modo de trabajar y de relacionarnos. Después de esta dura prueba seriamos unos necios si no tomásemos buena nota de lo aprendido y consolidásemos un modelo que nos lleve, no a una recuperación, si no a una revolución humanista y económica que despeje algunas de las barreras que ya teníamos antes del COVID-19. El sector del marketing y la publicidad, experto en anticipar tendencias y conocer los deseos de las personas, no supo cómo encajar el golpe de la pandemia. Problemas serios de rentabilidad y de adaptación a la nueva situación han resultado de priorizar el servicio al cliente respecto a la reestructuración interna que era tan urgente y necesaria. Hemos demostrado ser solventes en las peores circunstancias y ser capaces de priorizar los objetivos de nuestros clientes. Quizás lo aprendido en esta época sea la clave para la nueva era dorada del sector.  

Me aburre soberanamente la conversación sobre el teletrabajo. No seamos comodones y hablemos claro, hay otros temas más profundos que teníamos muy mal planteados y que nos han sacado los colores a todos.  

No solo se trata de si hemos de teletrabajar o no, algunos fenómenos inesperados han puesto las cosas en su lugar: 

En 2021, MILLONES de trabajadores han dejado voluntariamente su trabajo en Estados Unidos, es ‘The Great Resignation’ o ‘The Big Quit’, desde octubre a un ritmo de cuatro millones AL MES. En China se está produciendo un fenómeno similar, el ‘Tang Ping’.  En Europa, los empleados de Alemania un 6,0% renunciaron a su empleo, un 4,7% en Reino Unido y Francia, un 2,3%. Bélgica fue el país con menos dimisiones, con un 1,9%. En Italia una de cada cinco bajas laborales es por voluntad del trabajador y la ‘tasa de abandono’ en Italia ha pasado en un trimestre del 1,59% al 2,12%, una cifra nunca alcanzada antes y que, casualmente, coincide con la de Estados Unidos (según el US Bureau of Labor Statistics).  

En España, llevamos 7 meses con descenso del desempleo (aunque seguimos teniendo 16,2 millones de desempleados). Estas cifras no incluyen a los cientos de miles de personas afectadas por los ERTE. Nos pasa lo mismo que a los italianos, desciende el paro, pero aumentan las bajas voluntarias. Las ayudas en 2020 fueron para las empresas y representaron solo el 1,3% del PIB del país (en la CE fue 4%). Menos ayudas, más paro y un umbral de pobreza del 22,9%, una situación que hace que tan solo los más jóvenes o los más acomodados puedan permitirse dejar de trabajar. 

En USA, la mayoría de las bajas son de trabajadores entre los 30 y los 45 años. En los sectores de hostelería y ocio el ratio dobla a los demás. También es cierto que una parte importante de trabajadores ‘senior’ anticiparon su jubilación ya que eran la población de más riesgo frente a la pandemia y también están incluidos en las cifras de renuncias voluntarias. 

Los profesionales del marketing no son, ni de lejos, los que más han renunciado a su trabajo. En USA el mercado es mucho más dinámico y los trabajadores no piensan en las indemnizaciones como un derecho irrenunciable. Aquí la situación es distinta y somos, por que no decirlo, menos intrépidos.  

La realidad del fenómeno americano es que durante el primer confinamiento el gobierno dio mucho dinero a las empresas, pero también se triplicaron las cantidades mensuales de los subsidios de desempleo. Esto, sumado a los cheques de 1400 dólares que se dieron a los ciudadanos, una atención sanitaria deficiente y las pocas vacaciones que disfrutan hace más fácil, tanto decidirse a renunciar al trabajo, como a aceptar con buena cara los despidos masivos.  

Tomemos nota del giro que ha dado el tema: Cuando ha llegado la recuperación y ha hecho falta volver a contratar, muchos no han querido volver a trabajar y por eso las empresas han empezado a ofrecer un bonus económico por aceptar un trabajo. Mientras, los que no dejaron su puesto durante estos años, han padecido la presión de trabajar bajo la pandemia, más un incremento brutal del volumen de trabajo y ahora ven como premian económicamente a los nuevos trabajadores. Muchos, han reclamado aumentos y mejora de las condiciones, otros simplemente han dicho ‘adiós’ y han dejado su trabajo.  

Que alguien no quiera trabajar no es tan raro en España, pero que cueste recuperar trabajadores si que nos pilla por sorpresa. Visto el fenómeno en USA, si mejoramos las ofertas para captar ciertos perfiles eso tendrá consecuencias para los equipos que se mantuvieron fieles. Entre una cosa y otra, las agencias verán, a pesar de contener el volumen total de profesionales, un incremento de su coste operativo. Esto inevitablemente impacta en la cuenta de explotación de las agencias que ya se enfrentaban a un reto de viabilidad. Por eso hay que reevaluar urgentemente los costes de los servicios y poner en valor la contribución de los profesionales del sector.  

La situación ha cambiado y las personas también. Está claro que los últimos dos años hemos dedicado mucho más tiempo a pensar qué queremos, quienes somos y qué necesitamos de nuestro trabajo. Esto nos ha dado una nueva perspectiva y ha cambiado nuestra mentalidad para siempre. Después de casi dos años con el mercado laboral patas arriba y sin apenas pisar las oficinas. Ésto ya no va a ser lo mismo nunca más.  

No dejemos el análisis de lo ocurrido aún: Es interesante observar que el fenómeno del abandono laboral se da, sobretodo, en aquellos puestos de trabajo donde la persona da un servicio a otra o está frente al público. Mucha presión, entorno no saludable física o mentalmente y rigidez en las condiciones hace que los profesionales se planteen un cambio radical. No hablamos de un cambio de empresa si no de cambio de modelo de vida, de sector, de tipo de empleo.  

En el sector de la publicidad nunca habíamos tenido un año con tantas dimisiones como éste y también estamos sufriendo para conseguir ciertos perfiles. Contratar gente junior es un riesgo poco apetecible hoy por lo que los seniors andan buscados y es una realidad que las agencias nos estamos quitando de las manos los perfiles digitales. Pero en nuestro sector lo más preocupante es la fuga de ‘talento senior’ hacia otros sectores donde el estilo de vida y la compensación está más equilibrada.   

El marketing y la comunicación siempre ha sido un ‘invernadero’ para profesionales de gran talento y pensamiento crítico, nos han entrenado para pensar de forma poco convencional. No es de extrañar que un director de arte se vaya a dedicarse a la cerámica o un copywriter abra una escuela online de música.  

Las agencias somos auténticas ‘factorías de talento’, hemos dedicado años a formar juniors que aprendían en un entorno muy dinámico, aprendiendo de proyectos muy diversos con profesionales de mucha experiencia. Tengamos en cuenta que hemos de prepararnos para un futuro pos-pandemia donde el porcentaje de trabajadores sustituidos por robots digitales dotados de IA va a crecer exponencialmente, el valor formativo de las agencias y empresas en roles ‘no automatizables’ va a ser enorme. 

Por otro lado, solo las corporaciones saben diseñar procesos, que son clave para la escalabilidad y para evitar la dependencia de una persona, otorgando libertad al profesional para crecer, cambiar o irse de vacaciones tranquilo.  

Con el confinamiento, todos hicimos un pequeño experimento de ‘minimalismo’. Probamos que podíamos vivir con menos, comprando menos, saliendo menos, y eso hace que te preguntes ¿Cuánto realmente necesito? ¿Cuánto he de aguantar para tener aquello que realmente quiero? Nuestras aspiraciones y objetivos han cambiado. Tener la oficina más grande o el coche más lujoso pasa a segundo plano. Hemos visto al perro, la casa, el bebé de nuestros compañeros, hemos humanizado el trabajo y el trabajo nos ha humanizado a todos.  

Las personas más junior, tras la pandemia, tienen claro que solo se comprometen a una posición si les ‘compensa’. Es un grupo que tiene muy presente ‘el coste de oportunidad’ que supone comprometerse a cualquier proyecto. Esta perspectiva debería ser compatible con la cultura del esfuerzo, el trabajo en equipo, la gratitud y el optimismo. Las personas, más que nunca, van primero. 

En España somos afortunados porque la cultura latina siempre ha defendido el ‘vivir bien’ y ha puesto las relaciones personales en el epicentro de nuestras vidas. Llevamos cierta ventaja en self-awareness y en ‘ratio de disfrute’ mientras que el orgullo de ser parte de un oficio lo hemos aprendido de nuestros padres y es parte de nuestra manera de entender el trabajo. El oficio como parte de nuestra identidad y manera de contribuir a la sociedad. Con este prisma, abandonar el trabajo es renunciar a parte de nosotros mismos y nuestro propósito.  

Todo nos lleva a colocar el talento en el centro y volver a tomar conciencia de la importancia de la amabilidad, la flexibilidad y la empatía en el trabajo.  

‘La gran dimisión’ es un término de moda, no es un fenómeno tan real como los medios han vendido y mucho menos en España. Pero sí, estamos en un momento de cambio de mentalidad, fuga de talento y emergencia de nuevos modelos. Espero que la conclusión sea que el talento, las personas, son un valor clave que debe cuidarse a toda costa. Las personas necesitan sentirse seguras, respetadas y en un entrono que les permita desarrollarse en todas sus facetas para que puedan ofrecer lo mejor de si mismas.  


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