En un mismo mes se han dado a conocer dos investigaciones sobre el estado actual del sector publicitario cuyos resultados se podrían cruzar para sacar conclusiones agregadas muy interesantes y significativas sobre el futuro de esta industria y sus trabajadores. El primero de ellos lo ha publicado El Observatorio de la Publicidad, un consorcio promovido por la Asociación Española de Anunciantes en colaboración con otras asociaciones del sector. En este primer estudio hemos sabido, entre otras cosas, que con sus 44.356 empresas registradas en 2021, último año estudiado, el concepto “Publicidad y estudios de mercado” aporta el 1,42% del tejido empresarial español y gestiona, de una manera u otra, ese 1,22% del PIB que supone la inversión publicitaria sumada a la masa salarial. La tasa de crecimiento de estas empresas alcanza el 3,2% anual, un dato que podría considerarse satisfactorio y, sin embargo, oculta una realidad inquietante también reflejada en el Observatorio: siete de cada diez empresas del sector publicitario no tienen asalariados, y el 99% de las agencias españolas tienen menos de 20 empleados. La atomización y la autogestión no solo son una realidad, sino también una tendencia, puesto que esto ya se venía observando en años anteriores. Sin entrar en debates sobre si el tamaño importa, y para qué concretamente tiene que importar, es inevitable que este dato arroje luz sobre el debate en torno a la pérdida de liderazgo y ascendencia de los publicitarios entre los anunciantes, sobre todo si tenemos en cuenta que siempre que se habla de esto salen a colación las grandes consultoras como uno de los competidores más fuertes en estas tareas de acompañar a los clientes en funciones estratégicas más que tácticas.
Poco después de conocer estos datos, el Club de Creativos publicaba su muy interesante estudio sobre la salud emocional y mental en la industria creativa, basado fundamentalmente en entrevistas a profesionales de agencias (el 69% de las realizadas) y más concretamente del departamento creativo (el 63%). Según esta investigación, la salud mental de los publicitarios a duras penas pasa del aprobado raspado. Concretamente, un 5,6; y la nota se la ponen ellos mismos. Como es lógico, las causas de esta insatisfacción expresada por los entrevistados pueden ser diversas, y muchas no tienen por qué atribuirse necesariamente a la profesión que han elegido, aunque probablemente la insatisfacción sea consustancial a cualquier profesión relacionada con lo artístico o creativo. Lo que sorprende, y puede tener algo que ver con los datos anteriormente comentados sobre el Observatorio, es que los encuestados no se quejen principalmente por su baja remuneración sino por cuestiones más relacionadas con la autoestima, el estrés y las dificultades para conciliar vida familiar y laboral. Los problemas económicos figuran en la sexta posición (39%) de un ranking de inquietudes en el que están muy por encima “no tener suficiente tiempo libre” (51%) o “no poder dedicarle tiempo de calidad a la gente que me importa” (49%). A la vista de este estudio, y si no somos tan cínicos como para pensar que un salario más alto serviría para arreglar los otros motivos para la infelicidad, podemos concluir que lo que se echa de menos es calidad de vida, un ambiente de trabajo estimulante y valoración propia y ajena. Los autores del estudio dicen que los creativos y publicitarios reclaman tiempo para formarse, ponerle cariño a las cosas o no renunciar a lo que les apasiona.
La gran pregunta derivada del cruce de las conclusiones del Observatorio con las del estudio sobre la salud mental es si la tendencia a la atomización y la autogestión (siete de cada diez empresas de publicidad no tiene empleados) es el mejor camino para satisfacer las demandas de libertad creativa, conciliación, estabilidad o motivación. Unos dirán que sí, otros dirán que no.