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Por algo lo gritó William Wallace

Por algo lo gritó William Wallace
Jueves, 21 de mayo 2020

"Libertad para experimentar en este escenario sin precedentes donde solo sabes si funciona algo probándolo". Así describe Pablo Castellano, Responsable creativo de Socialmood, una de las bondades de trabajar en una agencia independiente. Pero hay más, y también algún que otro inconveniente.

Vamos con las malas. Trabajar en una compañía indie te quita mucho el sueño, como en todas, pero con una pequeña salvedad: no hay batallón de repuesto, no hay malla de seguridad. O te arremangas tú o te arremangas tú. 

Estás permanentemente expuesto y es difícil esconderse, porque te toca hacer mucho de todo y eso resta espacio a la comodidad, a la excusa y al parapeto. Todo te pertenece. El éxito, el fracaso, el orgullo y la vergüenza. No son proyectos, es tu sangre.

Históricamente agencia independiente era sinónimo de cosa pequeña y mentalidad local, y si querías aspirar a trabajos codiciados tenías que pasar por la jauría de la multinacional. Parece que esto está cambiando y marcas de primer nivel buscan talento en estructuras divergentes, cercanas y flexibles, y con mayor capacidad de adaptación. 

En cualquier caso, hay que experimentar la multinacional. Ahí se sigue desarrollando talento y es fácil encontrar buenos mentores. También te relacionas con distintas calañas y ambiciones, aprendes de política y burocracia y seguro puedes optar a proyectos descomunales. Es mucha escuela y mucho cribado. 

Y vamos con las buenas: la gran ventaja de trabajar en una agencia independiente es… la independencia. Cómo te quedas. Maldita obviedad. Pero ya lo decía un buen jefe mío: no subestimes el poder de lo obvio. 

Porque, aunque sea obvio, independencia significa libertad. Y creo que la libertad es lo que da sentido a todo lo que hacemos.

No hablo de libertad para pensar. Ésa en teoría la dan en todos lados y constituye un básico. Hablo de libertad para ser, para decir y construir. Para dotar de una determinada personalidad a la propia estructura, y pasar de estar orgulloso del trabajo que haces a estar orgulloso de la compañía que construyes y con quién la construyes.

Libertad para contradecirte, aburrirte y cambiar. Para hoy definirte como una agencia y mañana como una pescadería. Para romper tus normas y para decir que no. Para no relacionarte con clientes que te entienden como un proveedor en vez de un compañero, y que creen llevar la razón porque pagan.

Libertad para experimentar en este escenario sin precedentes donde solo sabes si funciona algo probándolo. Para seguir luchando por encontrar a gente que apueste por ideas absurdas, descabelladas. 

La libertad de arrimar la realidad a tu ideal. Y de trabajar ya no para unos determinados clientes o marcas o proyectos sino para unos determinados valores. Unos valores que te definen, y no vienen impuestos por un señor al que no conoces que trabaja en un despacho de Berlín o NY y que poco tiene que ver contigo, con tu manera de pensar, con cómo quieres invertir tu tiempo vital. 

La libertad de anteponer esos valores al dinero. Porque, sí, hay que ganar dinero, esto es una empresa, pero puedes decidir ganarlo por el motivo correcto, que cuando trabajas presa del dinero empiezas a hacer trucos para ganarlo, y una vez visto el truco se acabó la magia. 

Que es de lo que va todo esto. Libertad para seguir jugando haciendo cosas acordes contigo y con las personas, convirtiendo cada día en distinto e impredecible. Aunque sea una puta locura. 


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