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Opinión

Trump insulta a una periodista y, encima, hay que reírse

Trump insulta a una periodista y, encima, hay que reírse
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jueves, 27 de noviembre 2025

La imagen del presidente de los Estados Unidos en el interior del Air Force señalando con el dedo a una periodista mientras le grita “¡Calla, cerdita!” ha coincidido con la publicación en España de “Maleducados”, el nuevo libro de la filósofa eslovena Renata Salecl. Casualidades como esta no las puede planificar ni el mejor experto en marketing editorial. Por eso el destino es el mejor creativo.

Como tantas otras veces, el exabrupto de Trump ha sido muy comentado en las redes, y no siempre para criticar sus malos modales, sino también en muchos casos para celebrarlos, jalearlos e incluso pedir más. Nunca falta quien le ríe las gracias al matón creyendo que así participará de los privilegios de la fuerza bruta. Más aún cuando no hay nada que perder por ejercer la violencia verbal, porque las redes ofrecen la posibilidad de esconderse tras un anonimato cobarde.

Por cosas como esta, Renata Salecl ha escrito un interesante ensayo sobre la moda de “ser grosero”. Entre otras muchas causas, atribuye esta tendencia a la cosificación del prójimo, al que cada vez más se considera un obstáculo en el camino hacia la realización individual. Cuando la idea del éxito en la vida es ajena a las relaciones personales -formar una familia, tener amigos o, simplemente, contribuir al progreso de una comunidad a la que se pertenece-, el otro estorba y se lo aparta del mismo modo que se aparta una piedra en el camino: con una patada.

Ejemplo: a Trump le molesta que esos periodistas a los que ha invitado a viajar con él en “su” avión, le hagan preguntas incómodas sobre “su” invitado a la Casa Blanca, acusado de descuartizar a un periodista, o al menos de dar la orden o consentir esa atrocidad. Cosas que pasan. Se le olvida que tanto el avión como la Casa Blanca no son suyas, sino de una sociedad que le ha elegido como representante. Las preguntas incómodas le pueden arruinar sus proyectos inmobiliarios con este cliente al que se propone agasajar utilizando los lujos que le proporciona esa representación. Y le molesta tanto, que insulta.

En un alarde de cinismo difícilmente superable, la portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, explicó así a los colegas de la periodista insultada y el periodista descuartizado lo que acababa de suceder en el avión presidencial, porque “los que critican al presidente tienen problemas de comprensión”. No pasa nada. Leavitt se ofrece amablemente a corregir esa incomprensión con comentarios del tipo: “Ustedes deberían estar agradecidos por la franqueza del presidente. Él dice las cosas a la cara, no como Biden, que era muy amable en persona y luego decía lo contrario en privado”. O sea, que ahora cuando te insultan hay que responder “gracias por tu franqueza”, y desconfiar del que sea amable porque seguro que es un hipócrita. Otra variante muy frecuente es la de “no comprendéis mi sentido del humor”. O sea, que al recibir un insulto hay que reírse porque es un chiste buenísimo, que es lo que pretenden los que dicen “me gusta la fruta” cuando quieren decir “hijo de puta”.

Si es que con tanta corrección política se están perdiendo valores esenciales como el del agradecimiento y el buen humor, menos mal que los líderes maleducados nos los van a devolver.

Habrá que agradecérselo. ¡Cómo nos vamos a reír!

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