Aureli Arqué cree que los españoles no sabemos aprender del fracaso

La recomendación de los expertos sanitarios es tener a mano gel antibacterial, toallas desinfectantes y, sobre todo, lavarse las manos con frecuencia; nadie mencionó nada acerca de aprovisionarse de ingentes cantidades de papel higiénico, y aún así al principio del confinamiento nos lanzamos a comprarlo como si no hubiera un mañana. Más allá de lo gracioso de la instantánea, esta imagen me viene al pelo para hablar de fracaso. Es este caso del fracaso colectivo que, una vez más, mostramos ante la adversidad. Y me refiero al hecho de comportarnos como auténticos imbéciles espoleados por la información tóxica que vomitan redes y memes. Que levante la mano quién no haya comprado papel, o quién no haya llenado en exceso la despensa, o quién no se haya preparado una bebida caliente, o quién no haya mirado mal a alguien en la cola de un supermercado, o quién no haya contenido la respiración al cruzarse con un vecino... ¡Bravo!, qué bien se nos da fracasar.

Cuando el temido COVID19 esté en vías de ser un mal recuerdo, tocará sentarnos y hacer autocrítica, eso sería lo saludable… aunque conociéndonos me da que nadie hará el gesto, yo al menos no lo haré. ¿Quién tiene tiempo de hacer autocrítica cuando empieza el casting de Supervivientes? Los americanos hablan de la gestión del fracaso como clave para alcanzar el éxito, muchas de estas columnas ahondarán seguro en esta idea con más acierto que la mía, pero a mí me da que se nos da mal aprender del fracaso, que preferimos olvidarlo porque nos recuerda esa parte de nosotros mismos que no nos gusta, así que elegimos no ser del todo sinceros, y cuando esta locura termine preferiremos recordar que salimos a los balcones a aplaudir en lugar de reconocer que se nos fue la mano comprando papel. Jodida especie la nuestra.