La película que no quieren que veas

Cuando parecía que nada ni nade podría destronar a "Barbie The Movie" como la película del año, al menos desde la perspectiva del marketing, apareció el cisne negro en la industria cinematográfica y lo cambió todo. Si lo de Mattel ha sido una demostración práctica de lo que se puede llegar a conseguir con el branded content cuando se pone valentía y sentido del humor en una autoparodia, el formidable éxito de taquilla en todo el mundo de “El Sonido de la libertad” evidencia que actuando bajo el radar en las redes sociales no solo se adelanta al coche rosa de Barbie y Ken, sino también a la moto de Indiana Jones o al caballo de Napoleón. En muchos aspectos, la ciberesfera es todavía un lugar indómito donde se pueden hacer y decir cosas que sería imposible ni siquiera sugerir en los medios convencionales por motivos legales; si no bastan los éticos. En ese mundo sin leyes ni códigos de comportamiento todavía vale todo, como en el mar de los piratas o en el salvaje oeste de los pistoleros. Mientras esto no cambie, todos deberíamos ser conscientes de que navegamos por mares plagados de bulos. Sin embargo, es tanta la credulidad con la que la audiencia se expone a todo lo que escucha o ve en estos viajes, que hasta los más disparatados relatos pueden terminar teniendo efecto sobre la realidad no virtual. Ha sucedido en política, y sucede también en cualquier otro mercado.

En todas las oportunidades que han podido, los productores de esta película han negado su vinculación con la cantidad de vídeos y demás formatos de contenido que han circulado por la red diciendo que “El sonido de la libertad” es “la película que no quieren que veas”. La conversación en redes ha alimentado una teoría conspiranoica según la cual existe una élite (una casta, se decía antes) que ha intentado evitar por todos los medios que esta película se estrene. Y cuando han perdido esta batalla gracias a la heroica perseverancia de los productores, la han atacado con críticas feroces con el propósito de ocultar una verdad incómoda. Esto ha convertido el visionado de “El sonido de la libertad” en un acto de rebeldía, en activismo político contra una clase dominante corrompida por la permisividad moral y la depravación. Esto ya sería un reclamo suficiente para llenar las salas. Deja a Peter Dinklage diciendo “No vayas a Andalucía” a la altura de un principiante. Pero es que aún hay más, mucho más.

La película está basada en un hecho real que rompe el corazón de cualquiera y muestra una realidad tan monstruosa como indiscutiblemente cierta. Cualquiera que la vea sale del cine dispuesto a hacer lo que sea por contribuir a la causa de sus productores. Si cuando regrese a casa totalmente conmovido por lo que acaba de contemplar en la pantalla, se le ocurre visitar la página oficial de la película descubrirá que hay algo que puede hacer para sentirse parte de esta cruzada: comprar una entrada a todos sus conocidos y enviársela por email. Lo llaman “pagar por otros”. Nada es sagrado en Internet.