Así se inspira la Directora de estrategia creativa de Kitchen

No me imagino la vida sin libros. No me imagino ni un día sin leer algo, aunque sea un poquito, media página, un párrafo casi con los ojos cerrados de sueño. Con los años, una se vuelve maniática y adicta a las rutinas: lavarse la cara, crema de manos, una infusión, revisar que las ventanas están cerradas… Pues soy capaz de renunciar a cualquiera de ellas, a cualquiera, pero no me puedo dormir sin leer. Nunca. La lectura no me proporciona únicamente eso que llamamos inspiración, la lectura me ha hecho mejor persona. Bueno, me ha hecho persona. Los libros no sólo me han prestado ideas que luego me han servido para mi trabajo o me han enseñado a contar y a distinguir las grandes historias. Con los libros, sobre todo, he aprendido a ponerme en la piel de los demás. A ser cualquiera; bueno, malo, hombre, niño, gato, rusa, suicida, homosexual, soldado de la Segunda Guerra Mundial, reina de Francia o comerciante judío. Y de eso va buena parte de nuestro trabajo, de ponernos en la piel de los demás y tratar de conectar con ellos. En realidad, de eso va la vida. Así que, si hay un lugar al que agradecerle mis momentos de lucidez profesional, ese lugar es mi cama, con mi mesilla de noche y sus pilas de libros. Por si alguien tiene curiosidad, los de la mesilla están por leer y los de detrás son los que he leído en los últimos meses. Y sí, soy capaz de empezar un libro y no terminarlo, aunque eso es algo que me ha costado mucho tiempo y autocontrol conseguirlo.