El fracaso de Antonio Pacheco es su madre

Mi fracaso es mi madre. Es un personaje. Para ella fui “el niño más guapo de España” (mérito suyo), pero una adolescencia complicada me convirtió en un hombre que se “afeuchaba por momentos” (demérito mío). Así, a los catorce años me hizo jurarle que me operaría la nariz a los dieciocho (no pasó). Mi hermano tuvo jaquecas en 1º de B.U.P. y le ofreció comprarle una moto si suspendía todas. En mis treinta años de carrera futbolística solo fue una tarde a verme jugar. Su diagnóstico, certero: “has estado todo el partido corriendo para arriba y para abajo, sin ningún provecho”. Y así toda la vida. 

Pensarán ustedes que debo llevar invertidos miles de euros en psicoanalistas. No. Considero a mi madre como alguien genial, una fuente inagotable de anécdotas. Cuando me reúno con mis amigos, lo primero que me preguntan es: “¿qué ha hecho tu madre esta vez?”. Es, simplemente, un espíritu libre para el que la maternidad no significaba ninguna obligación. Como certificó Cecilia, la señora que nos cuidaba de pequeños: “demasiado normales habéis salido”.

El problema es que nunca he conseguido conectar en modo madre-hijo. La conexión se realiza de madre graciosa a hijo “te creerás que eres gracioso”: lo único que la gusta de mí es que la hago reír. Creo que me quiere, pero realmente no lo sé. He intentado descubrirlo, pero no he sido capaz. No me digan que esto no es un fracaso.

Esta recopilación de reflexiones sobre el fracaso, a cargo de Javier Pérez Rey, está inspirada en el libro 'Teoría optimista del fracaso' de Ignasi Giró y está publicada íntegramente en el nº677 de la revista Ctrl, de descarga gratuita.