El lugar donde Jon Lavin encuentra la inspiración

Ni estar 30 minutos bajo la ducha caliente. Ni tomarme dos cañas. Ni viajar por el mundo. Ni estar tumbado en la cama cuando todos se han dormido. Ni sentarme en una terraza a observar a la gente que camina por la calle. Ni tomarme seis cañas. Ni ver lo más visto de Netflix. Ni conducir en silencio 200 kilómetros. Ni escuchar The Joshua Tree. Ni ver lo menos visto de Netflix. Ni hablar con un desconocido. Ni charlar con Adriá. Ni ver el archivo de Cannes. Ni dibujar en un folio en blanco formas simples y simétricas hasta rellenar la hoja entera en forma de panal absurdo. Ni sacar la Moleskine y la Mont Blanc de tinta china como si fueras a escribir la declaración de los Derechos Humanos. Ni leer El Jueves. Ni nadar. Ni leer a Saramago. Ni darle de ostias al saco de boxeo como si no hubiera un mañana. Ni meterme un maratón de charlas TED. Nada me inspira más que estudiar a fondo el problema, investigar al target, escudriñar los datos... Vamos, que lo que más me inspira para trabajar es trabajar.